martes, 15 de mayo de 2012

Alzar la mirada

¿Y qué se ve?
Yo veo unos ojos pequeños que me miran, redondos y de color chocolate. Les acompaña una risa carcajeante y deliciosamente feliz. Se ven unos dientecillos diminutos y unas pequeñas manitas, que se extienden, con los brazos estirados hacia arriba. Dan ganas de alzar a esa pequeña criatura, ese angelito con toques picarescos, y besar esas redondas mejillas sonrosadas. Se parece a mí, pero no es mi hijo. No puede serlo. Pero ahí está, mirándome y sonriéndome, sintiéndome totalmente familiar. Y yo siento que así es, pero no podría asegurarlo. ¿Quizá en otra vida fue mi hijo? ¿Quizá en algún momento que no recuerdo ya me crucé con él? Sea lo que sea, agarro su manita, beso su frente, y me despido.
-Hasta otro día-digo. Pero quién sabe si será otro día cuando le veré, si no lo haré nunca, o si fue en algún momento del ayer cuando me crucé con esos ojos.

¿Qué ves tú?
Miras a un lado y ahí está, durmiendo bajo la sábana. Apenas su cabeza se asoma por la montaña nevada de tela, que arrugada, resguarda a ambos de la brisa que entra por la ventana abierta. Escuchas su respiración, la observas mientras duerme, y sabes que podrías pasarte así hasta que despierte. Y que cuando lo haga, le darás un beso, le dirás "buenos días" y comenzará otro día que pasaréis juntos. De momento, acaricias su pelo con cuidado, y le quitas una pequeña pelusa de las pestañas. Fíjate, hasta ellas quieren permanecer cerca de su delicado rostro. Coges su mano, cierras los ojos, y finges dormir, para que cuando los rayos de sol entren por la ventana, os sorprendan mirándoos a los ojos.