sábado, 28 de septiembre de 2013

"Rayuela" de Julio Cortázar

Rayuela es una de esas novelas sobre las que no sabes bien qué decir. Transmite una sensación de tristeza en cada página, a veces con una pizca de esperanza, aunque en el fondo sepas que muy difícilmente las cosas saldrán bien. Y no sólo por los argentinos que viven en París sin querer volver, de alguna manera gustosos de poder fingir que no saben francés cuando les conviene, sino por esa forma de encadenar las palabras, esa forma de enlazar capítulos en orden casi aleatorio, aunque indicado. Y es éste el aspecto más conocido de esta obra: que aparte del orden natural, podemos decir, de lectura (de los capítulos 1 al 56, y del resto, amigo, olvídate, que ya te han contado todo lo que te tenían que contar), encontramos uno que comienza en el 73, sigue en el 1, avanza hacia el 2, y salta al 116, y que sin detenerse va como un niño, a saltos irregulares. Yo escogí este segundo orden, tanto por lo llamativo como por la curiosidad de los capítulos más allá del final: ¿qué me pueden contar esas cientos de páginas extra?

                                                                         

                El protagonista absoluto es Oliveira, pero ¡ah!, llega un punto en el que no podemos obviar la importancia de la Maga en cada página, aunque no aparezca, como bien se observa cuando están Oliveira y Pola, u Oliveira y la vieja artista, o incluso cuando ella está en otro continente. Y es que todos hablan de la Maga. Sus amigos, esos cultos hombres que se reúnen para filosofar y hablar de metafísica, de sus metáforas y de sus realidades, no se olvidan de atender a sus preguntas sobre sus conversaciones. Y es que la Maga “era tan tonta. De ella conocíamos los efectos en los demás. Éramos un poco sus espejos, o ella nuestros espejos.” Y Gregorovius no puede convencer a Oliveira que nunca se acostó con la Maga, y ella tampoco, así que la marcha del argentino es una pena más en el corazón de la madre. La madre con el hijo enfermo que no confía en llevarlo al hospital, la madre cuyo vecino de arriba aporrea por las noches el suelo por más baja que ponga la música, la madre que transmite pena y fortaleza al mismo tiempo.
Y entonces, Horacio no regresa a Buenos Aires, a Horacio lo echan de su París y no le queda otra que volver. Se reencuentra con Gekrepten, que tanto lo echaba de menos, aunque él no quiera, y prefiere no volver con Traveler y Talita, pero éste le ofrece un trabajo y ahí está, en un extremo de la relación, dejando a la desolada Talita en el centro, todo porque su chico se parece tanto al que acaba de volver, que no puede evitar discutir a cada rato, poniéndola a ella en una situación delicada, como en medio de dos tablones atados a metros y metros sobre el asfalto de la calle.
                Y no podemos olvidar al enfermo escritor, Morelliana, que nos cuenta sus pensamientos sobre la literatura y la escritura, a veces directamente, a veces a través de los escritos que el grupo lee.
              En mi opinión, la novela es una definición de su propio título: es como una rayuela de tiza en la acera: está ahí, brilla de alguna manera, pero mañana habrá desaparecido, ya sea pisoteada por la gente o mojada por la lluvia.
                “Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir, fábula. […] Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir, escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas.”
“Como no sabías disimular me di cuenta enseguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos.”
                “La novela que nos interesa no es la que va colocando a los personajes en la situación, sino que instala la situación en los personajes.”
“En lugar de Wong había una sonrisa de gato de Chesire y una especie de reverencia entre el humo.”

domingo, 22 de septiembre de 2013

"El silencio de los corderos" (Thomas Harris)

Esta gran obra llevada al cine en 1991 por Jonathan Demme, narra cómo una alumna de la escuela del FBI, Clarice, va tras la pista de un famoso asesino en serie, Buffalo Bill, que da un curioso trato a sus víctimas, todas mujeres: las arranca la piel y las echa al río. El FBI se encuentra perdido, sin pistas, y decide recurrir a Hannibal Lecter, un psiquiatra caníbal que se encuentra entre rejas. Éste, a cambio de su ayuda, exige a la joven que le cuente sus intimidades, todas las que él quiera saber. Ella se encuentra confusa y bajo su merced, pero no le queda otra que ceder ante el intercambio, si quiere encerrar al criminal. Sin duda, el doctor aprovechará cada oportunidad para escapar, bajo cualquier precio, y eso es algo que Clarice ha de tener en cuenta si quiere salir viva de sus encuentros con Lecter.

                                                                 

"¿ Percibe usted el olor de su sudor? Ese peculiar olor a cabra es característico del ácido trans-3-metil-2-hexenoico. -recuérdelo siempre; es el olor de la esquizofrenia".
"No empezamos a codiciar cosas imaginarias. La codicia es un pecado muy literal; empezamos a codiciar elementos tangibles, empezamos a codiciar lo que vemos todos los días".

martes, 10 de septiembre de 2013

Mi día y mi noche

Pensamientos me rondan la cabeza. Nada del otro mundo, nada que no le pase a nadie, son pensamientos normales: sobre amigos, estudios, familia, mi casa, ... y también cosas más concretas: lo que comeré ese día; lo mucho que brilla y calienta el sol, pero la sensación ligera de frío que me atormenta si paso un rato parada a la sombra; el brillo de ese faro de coche en mitad de la noche; un "¡vaya!" cuando la luz atraviesa mi pelo y se distinguen mejor los matices rojizos; o un notable olor a pintura que me acompaña una noche.
Aún con los ojos cerrados, me acuerdo. No quiero abrirlos: aún es pronto y quisiera dormirme otra vez. Pero sé que no es posible, así que alargo el brazo, agarro el móvil, levanto un único párpado y compruebo que aún quedan un par de horas para que suene el despertador. Y me acuerdo. Y me sigo acordando durante el resto del día, porque sí. Es como una sombra que siempre me acompaña, pero que no está presente. Quiero contarle todo, desde que tengo un examen ese día hasta que tropecé con una piedra en mitad de la acera. Era grande, debería haberla visto, de hecho iba mirando cerca de ella, pero no fue así. Así que di un traspiés mientras agité los brazos en el aire en un espacio de tiempo tan corto, que casi no se vio. Un paso más adelante yo iba caminando con toda la tranquilidad, como si nada hubiera pasado. Pero ocurrió. Una simple minucia, una tontería, pero quiero compartirla. Quiero compartirla con él, porque sí, porque es mía, y empiezo a querer un "nuestro de todo lo "mío".
Sin tener claro cómo se ha ido haciendo hueco. Un hueco mullidito, cómodo y confortable dentro de mi cabeza. Y no parece un huésped con muchas intenciones de marcharse. De repente, sin haberlo pedido, mi día y mi noche son suyos. No, suyos no. Nuestros. 

                                         

miércoles, 28 de agosto de 2013

Pasajeros

¿Cuántos suspiros han chocado ya contra la ventana? Mejor será no contarlos, casi olvidarse de que existen, relegarlos a la categoría de "incomodidades pasajeras". Pasajero es todo lo que viene y se va rápido, pasajero es todo lo movible, es todo lo que se acomoda un momento antes de levantarse y proseguir con su camino, pasajero lo es casi todo.

                                  

Mírate al espejo: ¿eres consciente de que tu cara va cambiando poco a poco? Compárala con la de hace quince años, o con la de dentro de veinte. Hasta tus propios rasgos parecen pasajeros de sí mismos. Ahora prueba a maquillarte: lápiz y sombra de ojos, un poco de rímel, pintalabios. ¿Eres de las que se echan polvos en las mejillas, o prefieres pellizcarlas con delicadeza para que cojan color? Da igual, el cambio es visible. Y esta misma noche, o quizás esta madrugada, cuando te quites todo eso, volverás a percibir un cambio. Incluso te verás diferente de antes de pintarte. Pero sigues siendo tú, ¿verdad? Pero, ¿acaso eres la misma que hace diez años? ¿Exactamente igual?
Abre tu armario. No te vestías así, no te digo hace diez años, te digo hace tres. Seguro que hay cosas nuevas, incluso cosas que hace no tanto hubieras dicho: "no me convence", y no te hubieras comprado. Pero ahí, está, colgando de una percha, sin etiqueta y estrenado. ¿Qué hay de tu opinión? ¿No estabas tan segura de todo, hasta de las pequeñas cosas? ¿Por qué alteras tus gustos? ¿Acaso éstos también son pasajeros?
Déjame que te cuente un secreto. Puede que hoy estés muy segura de algo, y quién sabe, puede que esa opinión se mantenga inmutable hasta el fin de tus días, y lleves toda la razón. Pero también es posible que sin darte cuenta, de pronto un día te percates de que en algún momento cambiaste de opinión. Puede que seas más feliz así, o menos, o que el cambio no sea tan influyente como para notar mayor o menos alegría. Pero te habrás dado cuenta de algo: hasta tú eres pasajera.

miércoles, 21 de agosto de 2013

La ciudad del azahar (César Vidal)

Nos encontramos en el siglo X, en Bagdad, de la mano de una fea y desafortunada joven (rubia, de ojos claros, de piel blanca, y por si estos fueran pocos males, zurda), que sin embargo, tiene gran maestría en el arte del laúd. No puede imaginar mejor instrumento, hasta que su maestro Musa habla sobre un laúd… ¡de cinco cuerdas! Qamar quiere conseguirlo a toda costa; el problema es que tiene que viajar hasta las lejanas, prósperas y bellas (por lo que cuentan) tierras de Al-Ándalus. Se  dirige presta hacia allí, encontrando en su interior todo tipo de gentes: las hay buenas y amables, las hay consumidas por el poder y la gloria, las hay supervivientes a toda costa, y sobre todo, las hay deseosas de aplastar al enemigo. Y es que es una época de luchas y conjuras políticas por el territorio y por el poder.

                                              

            Conoce de cerca a un emir que se autoproclama califa (cuando el único califa podía ser el de Bagdad), sintiéndose muy superior a todos los hombres, sobre todo a esos alcáfires nasraníes y yahudíes (infieles cristianos y judíos), que tenían la desfachatez de no querer convertirse a la Única Fe, la de Allah Ar-Rajmán Ar-Rajim. Y no sospecha que hay muchos muslimes de pega: la propia Qamar desconfía tanto de las enseñanzas del Qur’an, que cuando su amado Musa le muestra el texto sagrado de los nasraníes, ella lo relee una y mil veces, se lo aprende, y pone en él su fe, al igual que hizo su maestro anteriormente.
            Elogiada por sus artes musicales, los grandes dirigentes de unas zonas y otras no dudan en situarla cerca de ellos, al tiempo que ella va percibiendo de manera inteligente y prudente, quién se merece lo que tiene y quién no.

            Personalmente, me ha resultado una novela agradable, interesante y entretenida, difícil de dejar y que siempre tiene algo nuevo que contarte o algún episodio con el que sorprenderte. Narrado de la forma más históricamente real posible, el autor nos lleva a un Al-Ándalus de esclavos y reyes, de ambición y de amor, y sobre todo, a un Al-Ándalus cambiante y en movimiento, como las tropas en la batalla.

jueves, 15 de agosto de 2013

Disgustos e imprevistos

Hay muchas cosas que me disgustan: la lluvia, el frío, la ausencia de chocolate, correr o llegar tarde son algunas de ellas. Pero aunque no puedas evitarlas, casi siempre puedes prevenirlas o repararlas: meter un paraguas en el bolso, abrigarte bien antes de salir, comprar en el establecimiento más cercano, andar muy rápido y salir antes de casa. Sin embargo, se convierten en un problema (o inconveniente, si nos levantamos optimistas) si surgen de repente: de pronto nos hemos dormido y en cinco minutos teníamos que haber entrado en clase, o estamos paseando tranquilamente y nos ha caído encima una lluvia de verano. ¡Qué desagradable es estar empapada de agua sucia mientras recuerdas que hace apenas unas horas te habías lavado el pelo, y habías escogido ese día tu camisa preferida!

                                        

Y es que, como la lluvia  de verano, hay cosas que llegan sin avisar. Como esas visitas tan incómodas a la hora de la siesta, justo cuando te habías recostado plácidamente; o encontrarte con alguien que te atraiga el mismo día que decidiste salir a la calle con la ropa con la que sales a tirar la basura por la noche.
¿Nunca os ha ocurrido que os viene algún recuerdo o pensamiento estúpido a la cabeza y se aloja unos días entre circunvolución y circunvolución, bien cómodo y calentito? Y cuando parece que se ha ido, se despereza, emite un amplio bostezo y pide un poco de agua, que ya se te secó la garganta. Te hace preguntas incómodas y asocia sucesos que nunca debieron asociarse. No tienes claro a qué ha venido, solo sabes que a nada bueno. Y es que no puede salir algo agradable de esos seres con patitas y garras que se anquilosan en tu lóbulo temporal como si les fuera la vida en ello. ¿Y qué vida?, te preguntas, si viven a base de la tuya. Y entonces no te queda otra solución: coges una antorcha, te adentras al lugar de donde proviene esa molesta voz, y la arrojas a ese ser no tan desconocido como querrías. Pero cuidado, no vayas a errar el golpe y a quemarte por dentro.

                                    

jueves, 8 de agosto de 2013

Todos los que somos y todos los que estamos

Lindos y bellos, todos los que somos y todos los que estamos.
Hablan de la magia de los cuentos, de lo bonito que sería el mundo si todo fuera perfecto. Pero no hablan de lo aburrido que sería eso. ¿Imaginas no esforzarte por algo que quieres porque todo te sale bien a la primera? ¿O no tener metas porque todo lo que deseas ser o tener está al alcance de tu mano, sin que tengas que realizar el más mínimo esfuerzo? No habría motivación por nada. Rápidamente lo que hoy te parece fascinante mañana será otra cosa más de la que te aburriste, como un niño que tiene tantos juguetes que ha olvidado más de la mitad. ¿Acaso no es más feliz el que recuerda el nombre y las características de sus cinco muñecos y es capaz de repetirte con todo lujo de detalles la aventura pirata en la que participaron ayer, después de la caminata por el desierto en busca de la tumba de un gran faraón de la tarde anterior usando como demás artilugios la imaginación?
De la misma manera, el poder alcanzar tus sueños tras luchar por ellos, el poder decir "he conseguido lo que quería" tras haber mejorado un poco más es suficiente aliciente para seguir el viaje. Y el tener días "normales" hace que los que pases con gente especial, o en lugares agradables, o realizando alguna tarea especialmente placentera merezca la pena. Poder mirar a alguien a los ojos después de un tiempo en su continua ausencia nos hace particularmente felices, aunque sólo sea por un momento. Y es que la felicidad se construye de pequeños pedazos, que en absoluto pasan desapercibidos entre tiempos peores, o simplemente, vacíos.
¿Y qué hay de lo bueno que permanece? De ese amigo de la infancia que siempre ha estado contigo, de ese recuerdo de hace tantos años que te hace sonreír cada vez que lo ves, de ese vestido de verano que tantos buenos momentos ha compartido contigo. Incluso, sí, de lo bueno que permanece dentro de ti. Quizá sea esa ilusión que siempre has llevado contigo, o ese carisma con el que logras conquistar tus objetivos, o ese optimismo con el que enfrentas los problemas, o esa fortaleza con la que siempre sales adelante. Pero siempre hay algo que parece no abandonarnos nunca: nos acompaña fielmente en las tranquilas travesías y en las tormentas.
Desde luego, no me olvido de lo bueno que se añade. Ya sean personas, valores, sentimientos, competencias u objetos, siempre hay cosas por las que estar agradecido con la vida, por pequeñas que sean. Quizá sorprenda su llegada, o quizá fuera muy esperada, pero es algo nuevo que se adhiere a nosotros, a nuestra vida, y nos hace recordar que siempre pueden venir alegrías.
Por todo ello, aprecio lo que soy, lo que tengo y la manera que tengo de vivirlo. Porque me hace sentir satisfecha y a gusto. ¿Y qué más se puede pedir?

                                    

viernes, 2 de agosto de 2013

1984 (George Orwell)

Esta novela distópica, publicada en 1949 de la mano de George Orwell, nos habla de una sociedad totalitaria y represora, donde existe un "semidios", apodado el Gran Hermano, que todo lo vigila y lo controla. La privacidad no existe tan siquiera dentro de la propia casa, y los ciudadanos están entrenados para acusar a cualquiera que tenga el más mínimo pensamiento contrario al Partido, ya sean los acusados vecinos, amigos o familiares.

                                                    

El mundo está fraccionado en tres zonas siempre en guerra, por el buen mantenimiento de la estabilidad político-social: Oceanía (en cuyo interior encontramos entre otras ciudades Londres, donde transcurre la obra), Asia Oriental (donde predomina la "adoración de la muerte") y Eurasia (con el neobolchevismo). La sociedad de Oceanía está dividida en tres estratos: el Partido del Interior (más cercanos al Gran Hermano y con más lujos), el Partido Exterior, y los proles (el proletariado, que incluye alrededor del 85% de la población y viven bajo la ignorancia y la pobreza, pero que "a cambio", tienen la libertad). Y es que el Partido transgiversa la verdad cuanto quiere, retocando la vida de los muertos y de los vivos a su antojo, gracias al Ministerio de la Verdad. Y también existen el Ministerio de la Paz, encargado de la guerra; el de la Abundancia, encargado del racionamiento de comida para que los ciudadanos puedan sobrevivir con lo mínimo; y el del Amor, que se encarga de que sea éste el sentimiento predominante hacia el Gran Hermano, por mediación de la tortura y el castigo.
De entre tantas personas que conviven en este ambiente, Winston Smith levanta la cabeza y se plantea si esto es realmente bueno, como le han hecho creer hasta entonces, y si reescribir periódicos de hace meses para que parezca que el Partido siempre ha llevado la razón no es acaso engañar. Pretende descubrir el significado de las tres frases sobre las que se basa el sistema: "La guerra es la paz", "La libertad es la esclavitud" y "La ignorancia es la fuerza". Lo bueno es que no está solo en esto. ¿O eso es acaso lo malo?

"Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel, sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque uno era arrastrado irremisiblemente. A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica, convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante."
"Controlar los verdaderos sentimientos y hacer lo mismo que hicieran los demás es una reacción natural".
"Lo único de que se estaba seguro era de que cada trimestre se producían sobre papel cantidades astronómicas de botas mientras media población de Oceanía iba descalza. [...] Todo se disolvía en un mundo de sombras en el cual incluso la fecha del año era insegura".
"La ortodoxia significaba no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsciencia."
"La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados."
"La guerra es una manera de pulverizar o de hundir en el fondo del mar los materiales que en la paz constante podrían emplearse para que las masas gozaran de excesiva comodidad y, con ello, se hicieran a la larga demasiado inteligentes."

jueves, 25 de julio de 2013

¿Bailamos?

Se escuchan susurros al otro lado, susurros que indican vida, que muestran algo más que quedarte sentada esperando un milagro. ¿Y si el milagro fuera cruzar la puerta? Y darte cuenta de que, de algún modo, al otro lado sigues avanzando. No sabes hacia dónde, pero poco importa ahora: el camino se muestra interesante. No es un sendero de baldosas amarillas, como el que siguió Dorothy, pero es tu propio sendero, y te das cuenta de que, una vez que das el primer paso, el resto le siguen, como en una curiosa coreografía. Una cuyos pasos sólo puedes hacer tú.
Así que agarras tus zapatillas de baile y das el primer paso hacia la puerta. Sujetas el picaporte, lo giras, y escuchas la música. Empieza la función.

                                    

jueves, 18 de julio de 2013

El cazador de sueños (Stephen King)

Esta novela habla de cuatro amigos adultos, que lo son desde niños, y que una vez al año se reúnen para cazar y beber en un bosque recóndito en Maine. Cada uno tiene su vida, sus problemas, y sus preocupaciones, pero por unos días, procuran olvidarse de ellos, y de las partes de su pasado que les traen malos recuerdos. Hasta que encuentran a una mujer sentada en medio de la carretera y a un hombre perdido en el bosque, que les recuerdan que no están tan solos como creían, y que deben retornar a su pasado, para poder tener un futuro. Y parte de ese pasado se encuentra en Duddits, un amigo de su infancia con síndrome de Down, al que protegían de otros niños que no dudaban en hacerle jugarretas, y del que recibieron a cambio un curioso don. ¿Y quién mejor que el Ejército de los Estados Unidos para intervenir en lo que parece una epidemia?
"MMDD: a veces se dice por decir. Y a veces solo se cree en la oscuridad. Entonces, ¿cómo se sigue viviendo?"
"Henry había descubierto que el suicidio tenía voz, y que quería explicarse. La pega era que no dominaba el inglés; solía conformarse con cuatro palabras mal combinadas, pero bueno, por lo visto era suficiente con que hablara. Desde que Henry le concedía uso de voz al suicidio, su vida había experimentado mejoras enormes."
"Bien pensado, no dejaba de ser un milagro que las mujeres fueran capaces de enamorarse, no ya de los mejores [hombres], que también, sino del resto".
"El orgullo era el cinturón con que aguantarse los pantalones después de haberse quedado sin pantalones."

                                   

lunes, 8 de julio de 2013

Puertas cerradas

Llega un momento en el que no queda esperanza. Has luchado y has perdido una y otra vez. No ves progreso, no ves avance. Tampoco es como si el tiempo se detuviera y simplemente todo parara; en lugar de eso ves que todo gira a tu alrededor, todo sigue avanzando, siguiendo su curso, pero tú no puedes hacerlo. Parece incluso que sólo pierdes el tiempo, pero no puedes pararlo, o aprovecharlo. Delante de ti hay una puerta cerrada, que ya has intentado abrir tantas veces que ni te molestas en intentarlo. Todos los que iban de la mano contigo encontraron su camino, tomaron sus decisiones y siguieron adelante. Pero tú sigues ahí, mirando esa estúpida puerta, pensando en una llave para abrirla, o en un hacha para destruirla. Y tus manos siguen vacías. Es ahí cuando llega el auténtico reto: crear esperanza de la nada, creer que un día, sin más, la puerta se abrirá y podrás seguir tu camino, creer que un día lucharás y no perderás. No puedes basarte en nada: nada indica que no vayas a perder, nada indica que tengas la posibilidad de volver a luchar, pero en eso se basa la fe, y la fe es un reto: creer en algo sin pruebas, sin avisos, sin verlo y sin sentirlo. Solo creer en ello porque sí, porque sin esa creencia no podrías levantarte por las mañanas.

                                 

jueves, 27 de junio de 2013

La nada

            -Así que esto es la muerte-dijo.-Pues no se está tan mal.
            Miró hacia los lados, y no vio nada.
            -Este debe ser el vacío del que tanto hablan. ¿Pero no debería hacer frío?
            Justo cuando terminó de pronunciar estas palabras, sintió una fría corriente, como si alguien se hubiera dejado abierta la ventana en pleno invierno.
            -¡Cierren eso!-exclamó, no supo muy bien por qué. Pero alguien debió hacerle caso, porque dejó de sentir frío.-Quizá aquí te obedezcan todos tus deseos. Eso estaría bien.-Así que cerró los ojos e imaginó lo que más deseaba en ese momento. -¡Quiero tarta!-Pero nada ocurrió.-De chocolate-siguió-con almendras y nata. Y caramelo. Y bizcocho por abajo. Y con unas cuantas cerezas rojas por encima, como las buenas de verdad.-Pero siguió sin pasar nada.-Pues vaya-decepcionado, echó a andar.
            Iba dando patadas al aire, gritando palabras que le venían a la mente, sin ningún sentido, por ver si pasaba algo. Pero todo seguía exactamente igual. Esperaba cualquier cosa: distinguir o sentir algo, ver a alguien, o poder hablar con él. Estaba muerto, pero eso no parecía el cielo, al menos no el cielo del que le habían hablado: no había ángeles de rubios rizos tocando el arpa, ni ninguna puerta con un hombre barbudo custodiándola, y tampoco sentía paz. Aunque tampoco parecía el infierno: no oía gritos, no había fuego, no estaba siendo torturado ni veía a ningún ser con patas de cabra, rabo y cuernos que sujetara un tridente. ¿Qué había sido de él? De pronto, se sintió perdido, abandonado a su suerte. ¿Qué le esperaría? ¿Habría algo si seguía avanzando? ¿Realmente estaba avanzando? Y como no podía responder a ninguna de sus preguntas, se detuvo. Se sentó en el suelo y comenzó a sollozar. Pero vio que de sus ojos no caían lágrimas por más que lo intentara; probó a pellizcarse las mejillas, incluso, pero el resultado fue idéntico. Como si de un experimento se tratara, comenzó a golpearse las piernas con los puños; paró cuando se cansó y comprobó que ni siquiera se habían puesto rojas, y que no sentía dolor.
            -Quizá sea esto-se dijo. –Quizá el fin consista en vagar durante toda la eternidad completamente sólo, sin nada ni nadie con lo que entretenerse, y sin poder sentir como cuando estaba vivo.
            Entonces tuvo una idea:
            -¿Y si pensara en todas las cosas buenas y malas que he hecho? Quizá esto sea una especie de limbo, y cuando averigüe qué tipo de persona soy y de qué me debo arrepentir, vaya a otra parte.
            Pero no fue así.

                                          

jueves, 20 de junio de 2013

Tiempo de silencio (Luis Martín-Santos)

Hoy voy a hablar de esta novela, publicada en los 60, pero ambientada la España de los años 40. Se aprecia en cada una de sus páginas la penuria del momento, la amarga desesperanza de quien no aspira a que mejore de golpe el momento presente, y la diferencia, aún existente, entre las clases sociales. Tiene un estilo peculiar para la época, y de hecho, se dice que marcó un antes y un después en la literatura española.
Narra las desaventuras de un médico dedicado a la investigación del cáncer de tipo genético en una cepa de ratones traídos desde Estados Unidos. El problema llega cuando todos mueren más rápido de lo que logran reproducirse, mucho antes de haber sacado alguna conclusión importante al respecto. Así que Don Pedro acude a su ayudante Amador, que confiesa que le regaló un par de ratones a un pariente suyo, habitante de una de las muchas chabolas de Madrid, y que los pequeños roedores han sobrevivido.
Sin pensarlo demasiado, deciden ir a ver al Muecas, cabeza de familia, y poseedor de estos animales. Tiene una teoría acerca de su supervivencia: el calor humano y el estar cerca de feromonas femeninas, para que las ratonas puedan tener celo. Sin embargo, otro asunto ligeramente posterior reclama su atención: una noche, borracho, desflora a la nieta de la dueña de la pensión, quien, junto a su hija, tenían la intención de que algo así ocurriera, para que la joven Dorita pudiera desposarse con él. No obstante, no es éste el suceso en el que pensará en adelante, ya que esa misma madrugada acude a su casa el Muecas, en busca de un médico que pueda socorrer a su hija en un aborto.
No desvelaré más aspectos de la trama; me reduciré a escribir un pequeño fragmento de reflexión de Don Pedro, que deja un sentimiento aciago, a pesar de no tener una relación directa con la trama en sí:
"Nos limitaremos a penetrar en las oscuras tabernas donde asoma sobre las botellas una cabeza de toro disecada con los ojos de vidrio, a seguir los pasos precipitados como si fuera a alguna parte de una mujer pequeña y nerviosa por la noche, a gastar la tarde entera en una cafetería sin que la camarera nos sonría una sola vez, a hacer como que bebemos y beber poco, a hacer como que hablamos y no decir nada, a inventar un nuevo estilo literario y a propagarlo varias noches en un café hasta quedar completamente confundidos."

                                                         

viernes, 14 de junio de 2013

Pedacito de felicidad.

Voy a hablar de una felicidad muy concreta. De la del fin de examenes, de cuando sales por la puerta, esa puerta grande, de madera en mi caso, y suspiras bien fuerte. Piensas: "se acabó, eso es todo. Ya no tengo que volver a casa a estudiar. Ya no tengo que darle vueltas a más preguntas ni asignaturas. Ya puedo relegar mis apuntes al fondo del armario". 
Y te sientes tan bien, tan limpia, tan llena de vida, que de repente notas mucha energía acumulada que quieres liberar. Cada uno lo hará de una forma distinta, pero yo he comenzado con no coger el autobús y dar un fantástico paseo. Con el cosquilleo del sol en la piel, la música sonando en mis oídos y los pensamientos alegres de mi interior, todo parece mucho más sencillo y alegre. 
Sé que es una entrada sin mucho contenido que no creo que nadie considere interesante, pero me gusta expresar mi felicidad por este medio también. Así que ahí va la imagen de cierre:

                                   

jueves, 6 de junio de 2013

Lágrimas

Las lágrimas pueden traernos felicidad. Pueden ser una señal de que nuestro corazón late, de que seguimos sintiendo esperanza, de que podemos conmovernos por las cosas que nos suceden o presenciamos. Nacen de lo más profundo de nuestro corazón, y nos permiten expresar todo lo que no siempre podemos hacer con palabras, y en un lenguaje que no necesita gramática ni léxico, y por tanto es universal. ¿Cuándo fue la última vez que lloraste? ¿Y cuál fue el motivo? ¿Eres capaz de recordarlo? Eso es una buena señal. Señal de que no te has enfriado y sigues sintiendo como el primer día.
En ocasiones las mostramos a todo el que pueda mirar, para que vean que sentimos, que nuestros sentimientos están a flor de piel; otras veces la reservamos para una o varias personas especiales, reflejando la calidez de la relación que sentimos; y en otros momentos, las guardamos para nosotros: son privadas, son nuestras, y sólo nosotros podemos enterarnos de que existen y comprender sus motivos. 
En la mayoría de los casos, sus motivos son tristes. Entonces, suelen ir acompañadas de muchas más. Fruncimos los párpados y la boca y nos llevamos las manos a la cara. Sollozamos, y nuestros hombros se mueven al ritmo de nuestra respiración. Sentimos que algo se ha roto dentro de nosotros, y dejar que el agua salada fluya parece ser el principio de la reconciliación con los acontecimientos. Quiza éste no llegue nunca, pero ahí está nuestra pequeña muestra de sentimiento: ahí esta, en unas cuantas gotas, todo lo que sentimos, todo lo que queremos, todo lo que somos en ese momento. Si lloramos de tristeza, es porque sabemos que no hay solución: nuestros planes y deseos están condenados al fracaso, y ese ha sido el momento de admitirlo. Ya llegará el salir adelante, ya llegará el recomponerse e idear nuevas ilusiones. Por ahora es momento de que fluyan los sentimientos, de abnegarse al fracaso y a la pena, y dejar que salgan las lágrimas.

                                      

domingo, 26 de mayo de 2013

No dejes que el agua te arrastre hacia abajo

       A veces no se puede volver atrás, no podemos ser más jóvenes, hacer lo que no hicimos o no hacer lo que nos hará arrepentirnos. A veces, simplemente, estamos hundidos, y no hay marcha atrás. 
     Simplemente comenzamos a ahogarnos. Estamos en un pozo muy hondo, llueve, y el agua helada va subiendo. Nos agarramos con las uñas al interior del pozo, para intentar escalar, pero cuando nuestras uñas se parten, cuando notamos que está demasiado húmedo para subir y nuestros labios se han vuelto azules, gritamos. Gritamos tan alto y tan fuerte que nuestro cuerpo se vacía de aire y nos hundimos. Nuestra voz está silenciada, levantamos los brazos cuanto podemos y sigue sin haber un centímetro de nosotros fuera del agua. Entonces aprendemos que gritar no sirve de nada, que nadie va a rescatarnos, a sacarnos de allí. Así que, como podemos, subimos, nadamos hacia arriba con todas nuestras fuerzas. Tomamos una bocanada de aire y nos entran gotas de lluvia, pero eso ya no parece tan importante. Sabemos que no tenemos que gritar, y ponemos nuestras esperanzas en poder mantenernos a flote mientras el agua siga subiendo. Y que siga subiendo, para poder alcanzar la boca del pozo. 
       Sólo queda una última recomendación: no dejes que el agua te arrastre hacia abajo.

                                      

lunes, 20 de mayo de 2013

El color púrpura (Alice Walker)




Esta novela llevada posteriormente al cine retransmite las tristes vivencias de una superviviente del racismo y la violencia de género, la, denominada por todos, fea Celie. Obligada a alejarse de quien más quiere, por fin encuentra a alguien de quien nadie podrá separarla jamás: Shug. Y en parte aún sigue con su querida hermana, misionera en el continente del que proceden por raza: África. 
Celie dice de sí misma lo que todo el mundo opina de ella: “Soy pobre, soy negra, puede que fea y no sé guisar, dice una voz a todo el que quiera oírla. Pero aquí estoy. Amén, dice Shug. Amén, amén, amén”. Y eso es lo que hace Celie: seguir adelante. Conversa con su gran amiga sobre todo de hombres y de Dios, aunque tengan en principio un concepto diferente del último.
¿Qué ha hecho Dios por mí? pregunto. ¡Celie! dice, como horrorizada. Él te ha dado la vida, salud, y el amor de una buena mujer. Sí, y también un papá linchado, una mamá loca, un padrastro que es un perro indecente y una hermana a la que probablemente no volveré a ver. De todos modos […] ese Dios es un hombre. Y, como todos los hombres, es desconsiderado, olvidadizo e indiferente. […] ¿Me estás diciendo que Dios te quiere sin haber hecho nada por Él? Porque tú ni vas a la iglesia, ni cantas en el coro, ni mantienes al cura, ni nada. Es que, si Dios me quiere, Celie, no tengo que hacerlo. A no ser que lo desee. […] Celie, la verdad, ¿has encontrado alguna vez a Dios en la iglesia? Yo nunca. Sólo a un puñado de gente que espera que se les manifieste. Si alguna vez he encontrado a Dios en la iglesia es porque ya lo llevaba conmigo.
El hombre todo lo corrompe, dice Shug. Está en la despensa, en tu cabeza y en la radio. […] Cuando te pongas a rezar y ¡zas! Se te coloque delante el hombre, tú lo mandas a paseo, dice Shug. Y piensa en las flores, el viento, el agua o en un pedrusco.

Este libro gira alrededor de tres temáticas: la independencia de la mujer hacia el hombre, las diferentes vivencias de la religión cristiana y el racismo. Refleja esperanza en cada una de sus páginas, mezclada con el desconsuelo que se encuentra Celie día a día, y que supera gracias a su resilencia y a su optimismo, y por supuesto, a Shug.


                                                        







viernes, 10 de mayo de 2013

El novio ideal



El novio ideal es sonriente, de mirada intensa, sereno, atlético, atractivo, alto y mira pasar a la gente con un gesto mezcla de interés y despreocupación. Lleva el pelo perfecto, está depilado y viste a la moda. No necesita hacer ejercicio para mantener los abdominales, así que ese tiempo podrá dedicártelo a ti. Nunca te contradice, nunca dice que no, y nunca se apartará si le abrazas demasiado. Nunca ocupará el asiento por ti, y puedes dejar que lleve tus bolsas. Además, siempre está en tiendas, así que no pondrá pegas a ir de shopping. Tampoco tendréis discusiones, ni adorará más a su madre que a ti.
¿Buscas un novio ideal? Es de plástico. Está colocado en un expositor.


viernes, 3 de mayo de 2013

Fracasos y cimientos

Hay fracasos que te hacen plantearte todo: tu vida, la de los demás, el cómo enfocas las situaciones, tu planteamiento vital, todo. Lo malo es que estos planteamientos están llenos de inseguridades: un día crees una cosa y al siguiente otra, pero siempre hay un rescoldo común, que va aumentando poco a poco, hasta hacerse evidente, como un gran rascacielos en medio de una aldea desolada.
Y es que si hay fracaso es porque hay desolación. Los cimientos en los que te basaste están mal, todo ha caído, absolutamente todo se ha destruido: hay que empezar de nuevo. Así que retiras los rastrojos que quedan y dejas espacio a nuevas construcciones. Y empiezas en ese mismo momento, con ideas de paja, hasta que consigues una de un material más resistente, y te fundamentas en ella para volver a construir tu aldea.
En esa aldea  hay una base, y esta vez es una base de movilidad: no hay nada consistente: los que hoy son tus amigos puede que mañana dejen de serlo, los que hoy conoces tan bien mañana pueden ser completos desconocidos, las personas a las que se supone debes sentirte más unida son de las que prefieres alejarte. No hay un "para siempre", ni un príncipe azul, ni unos amigos de toda la vida. Ésa es la verdad absoluta: lo único que hay en esa aldea, lo único que puede haber jamás, es una sola casa, pequeña, de una planta, sin jardín ni terraza, donde vive una única persona, sola, hasta que muera, sin nadie que vaya a acompañarla jamás. Y lo único que puede hacer esa persona es hacerse a la idea y convertirse en autónoma: no necesitar a nadie es el único camino para poder seguir adelante.


jueves, 25 de abril de 2013

Ser

No soy la chica más guapa, ni la que se lleva al chico más guapo del baile; no tengo la mejor sonrisa, ni me queda perfecta la ropa; no saco las mejores notas, ni se tocar ningún instrumento; no soy la más divertida de la fiesta, ni la que recuerda dónde dejó los zapatos.
Pero sí soy la que lucha por lo que quiere, la que intenta sacar una sonrisa al más triste, la que se llena de valor y se hace sociable si hace falta, la que antes de mentirte te dirá la verdad aunque duela, la que estará contigo siempre que te lo merezcas, la que organizará el trabajo en grupo y se pondrá a ello antes que nadie, y la que sigue siendo en el fondo una romántica.

jueves, 18 de abril de 2013

No todos los finales tienen sentido

No quiero buscar culpables. Y sólo hay uno, pero no creo que pensarlo ayude. De todos modos, yo me siento libre de culpa: yo luché hasta el final, lo intenté todo. No creo que nadie ose decir lo contrario. Puse todo de mi parte, me volqué. Para acabar caída. 
Sólo pedía una cosa, una cosa muy sencilla, nada fuera de lugar, nada estrambótico, nada que cualquier persona normal no pensara dar en una situación así. Y lo recibía, pero hace ya tanto tiempo... o quizá sea mi memoria, que modifique mi impresión del tiempo, que no sepa exactamente dónde se halla el comienzo del fin. O quizá sí. En la primera mentira, el primer ocultamiento, y la primera promesa por romper. Fui muy ingenua en aquel momento, pero a pesar de todo, no me arrepiento. Después de todo, no se puede acusar al ladrón antes del robo.
Después de tanto empeño por mi parte, recibí abandono. Recibí frases sin sentido que sólo justificaban el propio deseo de desfasarse de mala manera, de perderse entre alcohol y escotes, de no tener que darle a nadie la mano, a nadie que lo hubiera dado todo. Y resulta que lo que pedía era lo que más me costaba darle: resulta que quería ser cobarde, que quería rendirse al poco de empezar, que quería tener la vida de los que acaban arrepentidos y maltrechos. 
Lo que había se merecía tiempo, esfuerzo y detalles. Estas cosas se miman, como si fueran flores, se riegan día a día. Y lo más importante: se intenta ser mejor persona y sacar lo mejor de uno mismo. Pero eso es demasiado esfuerzo. Es más fácil huir, salir corriendo, llenarse de abrazos y besos falsos que no igualan en calidad pero superan en número.

martes, 16 de abril de 2013

Lo más complicado del mundo

No sabía yo que podía haber cosas tan complicadas. Está bien, sí, que me crezcan alas o eche fuego por la boca, aparte de estúpido, es complicado, por no decir físicamente imposible y levantar un camión con una mano, además de sinsentido... sí, sigue siendo físicamente imposible. Pero me refiero a algo probable, algo que de hecho le puede pasar a cualquiera.
Tenerlo "todo" y de pronto, como en un soplido, no quede nada. No poder tocar, oler, acariciar, y ni siquiera mirar. Saber que sólo quedan recuerdos, recuerdos que tienes que intentar apartar constantemente, pero es tan difícil como apartar las gotas de agua que se pegan a tu cuerpo en medio del mar. Y así me siento: sumergida, ahogada, sin aire.
Como si tuviera un boquete en medio del pecho. Un boquete gigante en un cuerpo diminuto. Me siento del tamaño de un botón y tan frágil como un cristal a punto de tocar el suelo. Y todos quieren que sonría, que salte, que ría. ¿Y si no quiero? ¿Y si no puedo? ¿Y si lo que me sale es sumergirme entre sábanas y quedarme ahí hasta que pasen meses? ¿Y si lo que quiero es sumirme en mis pensamientos y  adentrarme en la nostalgia? ¿Y si lo que quiero es volver al principio?
"Nunca, nunca" me repito. Pero suena tan estúpido. Me convenzo, hablo con quien lo afirma más rotundamente que yo, y me digo: "nunca". Pero veo cualquier cosa y empiezo de nuevo. Me distraigo, pero mis pensamientos ganan a mi distracción. No puedo estar eternamente distraída. ¡Y lo que me cuesta! "¿Y si...?" empiezo. Pero lo callo, lo estrujo, lo ahogo, y ya sólo es un susurro, hasta que lo libero creyéndome ganadora y lo grita, lo grita muy alto. Tan alto que nadie más que yo lo escucha. Pero está ahí, sigue ahí, sigue con sus "¿Y sí?s", con sus recuerdos, con sus ganas, con su fuerza, con sus amarres. Y no quiero escuchar, pero de nada sirve que me tape los oídos. Y entonces vuelvo a mi mantra: "nunca, nunca, nunca". Y se me hace la palabra más fea del mundo. Es fea, pero es mía, es toda para mí, es el único "todo para mí" que tengo. Debo aprender a encariñarme de ella, a que se me haga suficiente, a mirarme al espejo. Y cuando todo vaya mal, cuando vuelva a pensar en caer, sólo tendré que recordar a mi nueva y fea amiga.
Nunca.

martes, 9 de abril de 2013

Labios



Los labios son una parte importante de nosotros: nos ayudan a expresarnos: pueden mostrar emociones como hastío, enfado, tensión, relajación, alegría o seducción; y además, nos permiten hablar; y por tanto expresarnos de varias maneras distintas. Por si eso fuera poco, nos ayudan a alimentarnos, y nos permiten hacer algo tan maravilloso como besar.
A mí personalmente me encantan las imágenes de labios, sobre todo cuando llevan carmín rojo. Veo un encanto especial en ellas. Y aprecio un encanto especial cuando se acompañan de dulces.

Los muerden, o simplemente se colocan junto a ellos. Con dulces la imagen se ve más atractiva, quizá por la inevitable comparación y mezcla de sabores. 


domingo, 31 de marzo de 2013

Belleza


Hay cosas preciosas en este mundo, desde una sonrisa sincera de alguien a quien quieres, hasta una tarta de chocolate. La belleza se esconde por todas partes, aunque a veces nos resulte más fácil que otras encontrarla. Pero está en todos sitios, lo aseguro. En todo se puede encontrar un lado bueno, por pequeño que sea. En cada crisis hay una oportunidad para superarse; en cada derrota, una oportunidad para aprender algo nuevo. Lo bello no es sólo lo agradable de ver, que también, sino todo aquello provechoso y bueno. Una imagen puede ser bella por sus colores, la luz, el orden y la forma de los elementos que aparecen en ella, el significado que le damos, o lo que representa; de la misma forma, una persona no es sólo bella por sus rasgos o el color de ojos, pelo y piel: es bella por todo lo que la compone, dentro y fuera, significante y significado. Y lo mismo ocurre con las situaciones. Por eso siempre hay algo bueno en todo lo que podamos encontrarnos. La vida no consiste en quejarse de lo malo, sino en, si no podemos evitarlo, aprender de ello y buscar el lado bueno que trae.
            Incluso la filosofía oriental comparte este punto de vista con el yin () y el yang (). 
 
Yin es el lado oscuro, la noche y lo femenino; Yang el lado claro, la luz y lo masculino. Cada parte contiene una semilla de la otra: en toda oscuridad hay un espacio de luz, igual que en toda luz hay un espacio de oscuridad.

viernes, 22 de marzo de 2013

Los paradigmas de la educación



Quiero mostraros un vídeo de Ken Robinson de hace algunos meses, en el que habla de los paradigmas de la educación actual. Está doblado al español para que los hispanohablantes podamos entenderlo en todos sus matices.















Es muy recomendable y a mí personalmente me dejó con los pelos de punta y sin palabras. Ese es uno de los motivos por los que no comentaré mucho más acerca del vídeo, y el otro, y el más importante, realmente, es que Robinson lo deja muy claro ya, sin asomo de duda.

http://www.youtube.com/watch?v=WbOtm0zkxLQ

domingo, 10 de marzo de 2013

“Un trabajo muy sucio” (Christopher Moore)


Este curioso libro con trazas de humor absurdista trata de Charlie Asher, nuevo propietario, tras la muerte de su padre, de “Oportunidades Asher”, una tienda de objetos de segunda mano.

Su vida no tiene mayores contratiempos, hasta que su mujer da a luz a su hija Sophie: cuando entra en la habitación, su esposa está muerta, y junto a ella, hay un hombre enorme, alto y de piel muy oscura, vestido con un traje verde y negro. Se sorprende no de ver a Charlie, sino de que éste le vea a él: asegura que es un Mercader de la Muerte, y que su trabajo es hacer llegar el alma de los muertos, encerradas en objetos materiales, a sus nuevos propietarios. Y desde ese momento, ese pasa a ser también el desempeño del protagonista. Es un trabajo muy sucio. Pero alguien tiene que hacerlo.
Pero eso no es todo. La pequeña Sophie parece que tiene algo que ver en el asunto, y esas tenebrosas voces que escucha desde las alcantarillas le indican que todo es más complejo de lo que había pensado. ¿Y qué pasa si una misma persona consigue varias reliquias del alma (distinguidas del resto de los objetos porque brillan en rojo para los Mercaderes)? ¿O si no consiguen hacerse con todas a tiempo? Eso es algo que tendrás que descubrir por tu cuenta, querido lector.
Que disfrutes de la lectura.

domingo, 3 de marzo de 2013

Soledad


Y despertó. Con los ojos abiertos, en una cama vacía, mirando el techo. Sólo había calor en la parte que ella ocupaba; al echar su brazo a un lado comprobó que la otra mitad estaba helada. Rodó hacia ese lado y se hizo un ovillo. No había nadie, estaba sola. Completamente sola. Se ahogaba entre tanto espacio. No había lágrimas, pero apretaba los ojos como si las hubiera. Se tapó aún más con el edredón, tratando de transmitirle calor al tejido que había bajo ella. Se imaginó pasar el resto de sus días así, durmiendo en una cama igual de vacía y fría. Sintió algo que le oprimía la garganta. Se incorporó, agarró el frasco de pastillas de su mesilla de noche, se tragó unas cuantas con ayuda del vaso de agua que hacía compañía a caja sobre la mesa y volvió a sumirse en un profundo sueño que la alejó de sus miedos, de su realidad y de su escasa valentía para afrontarse al mundo.

domingo, 24 de febrero de 2013

Bombones

Piensa en bombones. Esos pedacitos de cielo hechos principalmente de chocolate. Rellenos de licor, de praliné o de más chocolate. Con distintas formas, texturas, sabores e incluso olores.

Puedes tomarlos como premio (por algo que conseguiste, o como consolación), como agradecimiento hacia quien te los regaló, como forma de disfrutar de una tarde o de una noche (e incluso de una mañana), en reuniones sociales o celebraciones "selectas", o como consecuencia de un antojo. En definitiva, cualquier escusa es buena para llevarte uno (o varios) a la boca.
¿Por qué lo hacemos, a pesar de que no son la oferta más económica, y de todas las calorías atroces que contienen? Sabemos que son pequeños pecaditos, que si nuestro médico habitual nos estuviera observando tendría una expresión de disgusto, pero nos da igual. Y hay una razón muy simple: nos puede el instinto primitivo de la consecución de los deseos inmediatos, nos puede el recuerdo de la última vez, del sabor del suculento dulce, de la liberación de endorfinas por el torrente sanguíneo directamente al cerebro, del placer. El placer que nos hace sonreír felices y repetir.
Los bombones son grandes pequeños amigos: no se quejan, no discuten, se presentan lividinosamente ante nosotros, con una muda expresión de "cómeme" y un consuelo de "no sé lo diré a nadie, te guardo el secreto", y siempre están dispuestos a complacernos y a hacernos felices. ¿Por qué negarnos el capricho de tener pequeños momentos felices?

jueves, 14 de febrero de 2013

San Valentín 2013


Hoy vuelve a ser 14 de febrero. Y parece que no, pero ya ha pasado un año. Un año curioso, que nadie lo dude, un año más.
Se vuelven a ver parejas felices revoloteando, cogidas o no de la mano, hablándose o sólo mirándose, pero sonríen como si les hubieran dado la mejor noticia del mundo. Quizá se la hayan dado; hace un mes, siete, un año o veinte; que la buena noticia sea la felicidad que sienten al estar con sus parejas, que están bien y que parece que seguirán estándolo. ¿Qué mejor noticia que ésa?
Es un día como los demás, no quieres a tu pareja sólo hoy, claro, pero es una bonita excusa para acentuarlo y exhibirlo, celebrándolo a la manera que sea: quizá una comida o cena en común, quizá regalarse algo, quizá un sencillo "felicidades, te quiero mucho". Cierra los ojos e imagina que te lo dicen. ¿No es un gran motivo para sonreír?

lunes, 11 de febrero de 2013

"El principito" (Antoine de Saint-Exupéry)


Vengo a hablaros de este pequeño libro, tan pequeño como su protagonista, el cual nos deja valiosas enseñanzas con ayuda del narrador, un niño con quien se encuentra el Principito.
            Nos invita a reflexionar con él.
            “La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución.” No hace falta explicar este comentario, que se corresponde perfectamente con la situación política actual. Tan sólo remarcaré las dos palabras clave de esta oración: RAZÓN y REVOLUCIÓN.
            “Conozco un planeta donde hay un Señor carmesí. Jamás ha aspirado una flor. Jamás ha mirado a una estrella. Jamás ha querido a nadie. No ha hecho más que sumas y restas. Y todo el día repite como tú: “¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!”. ¿De qué hablamos, cuando hablamos de seriedad? Nos encontramos con un hombre que no sabe apreciar la vida en sus cosas pequeñas, que no disfruta de ella, y ni siquiera conoce el amor, ni se interesa por la grandiosidad del universo, y por tanto por su propia indefensión ni futilidad. ¿Es feliz? ¿Se puede ser feliz “haciendo sumas y restas”, preocupándose por datos, por números? No se refiere a olvidarse de todo lo serio y dejar de pagar las facturas, por ejemplo, sino a saber apreciar lo detalles, las cosas pequeñas y valiosas. Aprendamos a ser como los niños, dice. Como los niños de antes, que se maravillaban mirando esos puntitos luminosos del firmamento a oscuras, que ríen a carcajadas por cosas sencillas y dulces. Y aparentemente banales, como las flores. Seamos serios, sí, pero aprendamos a no serlo también. A disfrutar. Y a ser felices.
            “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.” Sencillamente brillante. Equivale a la lección de la frase “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la biga en el propio”. No juzguemos si no queremos ser juzgados. No reclamemos que alguien no hace algo que nosotros mismos no hemos hecho. “Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Hasta la religión es conforme a hacer algo tan sencillo y tan difícil a la vez. Seamos honestos con el mundo, pero más aún con nosotros mismos.
            “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. […] El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. […] Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa.” Esta me parece una lección preciosa, que encierra a su vez tres separadas. 1. Los sentimientos son superiores en valor a cualquier objeto material; una persona no es tan sólo su fisionomía, sino el conjunto de pensamientos, sentimientos y acciones que la configuran. 2. El valor de algo, o de alguien, se lo damos nosotros, con el tiempo que le dedicamos: si algo te importa mucho, le dedicarás todo el tiempo posible, y de la misma manera, si a algo le dedicas mucho tiempo, es porque importa, e independientemente de que un tiempo después dejes de dedicárselo, en el fondo sigue teniendo parte del valor que le diste un día. 3. Somos responsables de nuestras acciones, y del tiempo que dedicamos a cada cosa, persona o animal. Supongamos que hablo de un perro, un perro al que durante mucho tiempo mimo, paseo, cuido y halago. Significo algo para ese animal, soy responsable de él porque soy quien lo cuida, y si un día fuera otra persona quien cuidara de él, el perro notaría la diferencia, y se sentiría menos querido por mí, porque ya no estoy ahí. Ahora supongamos que no hablo de un perro, sino de tu amigo, tu hermano, o tu novia. Quien sea. Alguien a quien importas, alguien con quien compartes tiempo y episodios de vuestra vida. Eres responsable de ese alguien, en parte; de lo que os une, de lo que le has hecho sentir contigo. Has “domesticado” un pedazo de su corazón y has colocado una rosa en ese espacio. Eres responsable de tu rosa.

domingo, 3 de febrero de 2013

Quiero ser gorda


Desde pequeña, la gente me señalaba por la calle. Decían cosas como: “esta chica está en los huesos”, “no la darán de comer en casa” o “¡qué jóvenes empiezan con la anorexia!”. Y mis padres me alimentaban bien, no pretendían mi delgadez, ni yo la buscaba. Era algo genético, supongo. Y al ser de estatura baja, aún parecía más delgada.
En el colegio, los demás chicos se reían de mí, me ponían motes como “escobilla” o “escoba”, y a veces se entretenían levantándome por los aires. Al principio gritaba mucho, luego me di cuenta de que eso les divertía, y me mantuve callada. Funcionó, pero les resulté menos “divertida”.
Mi mejor amiga era una chica muy blanca de piel, pero sin pecas, con el pelo sedoso, sin gafas, sin aparato de dientes, e iba vestida a la última moda. Pobre, era el blanco de las burlas en la escuela: lo tenía todo. Pensé en reírme de ella yo también, para sentirme mejor, ya saben, eso de “métete con alguien más débil y dejarás de parecerlo tú”, pero preferí hacerla mi amiga. Las primeras veces pensaba que me burlaba de ella, o que sólo quería llegar más lejos con las bromas; luego se convenció de que éramos dos blancos fáciles, y que por tanto lo mejor era aliarnos.
A pesar de ella, me alegré cuando acabé de estudiar. Pensaba que con gente más madura, no me tratarían de esa forma. Y es cierto que no me alzaban por los aires, ni me pegaban chicles en el pelo, ni me tiraban por las escaleras. Pero seguían haciéndome bromas, más sutiles esta vez, y seguían cuchicheando a mi paso. En la escuela superior, en el trabajo y hasta en mis ratos de ocio.
Conozco gente con problemas como los míos: gente que se encerró en casa y hace la compra por Internet; gente que se muda y se muda de ciudad buscando un sitio donde encajar; gente que se pone barriga falsa, gafas sin graduación o muletas, entre otras cosas, pero siempre acaba saliendo la verdad a la luz y resultan más humillados que antes. Y también hay gente que pasa por quirófano.
Así que aquí estoy yo: intentado ser como el resto, intentando ser normal, ser perfecta, ser feliz. Compro alimentos altamente calóricos, limito mi actividad física cuanto puedo y he ido a sitios especiales para engordar. He probado fármacos, y hasta algunos de contrabando. Mi familia y amigos me apoyan, noto menos presión desde fuera desde que se empezaron a notar los resultados. Hoy es un día especial: he conseguido que no se me caiga una 44. Sé que voy por buen camino, sólo necesito tiempo, y seguir adelante. Sin duda afirmo, delante de todos ustedes que quiero ser gorda. Y lo voy a lograr.

viernes, 25 de enero de 2013

A casa

Recuerdo aquella vez, en la que me sonreías con timidez, y procurabas apartar la mirada. Y cómo tus manos se escondían en los bolsillos, y te ocultabas tras un espeso flequillo. Recuerdo cómo me acerqué, te tendí la mano y te ofrecí mi ayuda para cruzar la carretera. 
Te ofrecí comprarte caramelos, y dijiste que eso era de niños pequeños. "¡Claro!" exclamé, "tú ya no eres un niño pequeño", y sonreía mientras observaba tu escasa estatura y sostenía tu manita entre la mía. "¿Qué quieres, entonces?". "Yo quiero una moto. Una de verdad". "¿No crees que es peligroso?". "No", respondiste, completamente serio. "No puedo comprarte una moto ahora, no llevo tanto dinero. ¡Mira, un kiosko de helados! ¿No te apetece uno? A mí sí, uno muy grande, con mucho chocolate". Te mantuviste callado, hasta que entregué unas monedas y me dieron el que había pedido. Entonces señalaste uno en el cartón con el dibujo de todos los disponibles, y dijiste: "me gusta". "Para ti, entonces". Y te lo compré. 
Al cabo de un rato, te pregunté: "¿estás contento?". Te encogiste de hombros, pero yo vi esa mirada reluciente mientras dabas lametones a tu helado, yo vi esa mirada curiosa cuando entraste en casa y preguntastes por la televisión, yo vi esa mirada calmada un segundo después de arroparte y uno antes de que cerraras los ojos. Supe que te sentías en casa, supe que te sentías un hijo, por primera vez.
Desde ese día, no volviste a soltar mi mano cuando cruzábamos un paso de cebra.