domingo, 24 de febrero de 2013

Bombones

Piensa en bombones. Esos pedacitos de cielo hechos principalmente de chocolate. Rellenos de licor, de praliné o de más chocolate. Con distintas formas, texturas, sabores e incluso olores.

Puedes tomarlos como premio (por algo que conseguiste, o como consolación), como agradecimiento hacia quien te los regaló, como forma de disfrutar de una tarde o de una noche (e incluso de una mañana), en reuniones sociales o celebraciones "selectas", o como consecuencia de un antojo. En definitiva, cualquier escusa es buena para llevarte uno (o varios) a la boca.
¿Por qué lo hacemos, a pesar de que no son la oferta más económica, y de todas las calorías atroces que contienen? Sabemos que son pequeños pecaditos, que si nuestro médico habitual nos estuviera observando tendría una expresión de disgusto, pero nos da igual. Y hay una razón muy simple: nos puede el instinto primitivo de la consecución de los deseos inmediatos, nos puede el recuerdo de la última vez, del sabor del suculento dulce, de la liberación de endorfinas por el torrente sanguíneo directamente al cerebro, del placer. El placer que nos hace sonreír felices y repetir.
Los bombones son grandes pequeños amigos: no se quejan, no discuten, se presentan lividinosamente ante nosotros, con una muda expresión de "cómeme" y un consuelo de "no sé lo diré a nadie, te guardo el secreto", y siempre están dispuestos a complacernos y a hacernos felices. ¿Por qué negarnos el capricho de tener pequeños momentos felices?

jueves, 14 de febrero de 2013

San Valentín 2013


Hoy vuelve a ser 14 de febrero. Y parece que no, pero ya ha pasado un año. Un año curioso, que nadie lo dude, un año más.
Se vuelven a ver parejas felices revoloteando, cogidas o no de la mano, hablándose o sólo mirándose, pero sonríen como si les hubieran dado la mejor noticia del mundo. Quizá se la hayan dado; hace un mes, siete, un año o veinte; que la buena noticia sea la felicidad que sienten al estar con sus parejas, que están bien y que parece que seguirán estándolo. ¿Qué mejor noticia que ésa?
Es un día como los demás, no quieres a tu pareja sólo hoy, claro, pero es una bonita excusa para acentuarlo y exhibirlo, celebrándolo a la manera que sea: quizá una comida o cena en común, quizá regalarse algo, quizá un sencillo "felicidades, te quiero mucho". Cierra los ojos e imagina que te lo dicen. ¿No es un gran motivo para sonreír?

lunes, 11 de febrero de 2013

"El principito" (Antoine de Saint-Exupéry)


Vengo a hablaros de este pequeño libro, tan pequeño como su protagonista, el cual nos deja valiosas enseñanzas con ayuda del narrador, un niño con quien se encuentra el Principito.
            Nos invita a reflexionar con él.
            “La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución.” No hace falta explicar este comentario, que se corresponde perfectamente con la situación política actual. Tan sólo remarcaré las dos palabras clave de esta oración: RAZÓN y REVOLUCIÓN.
            “Conozco un planeta donde hay un Señor carmesí. Jamás ha aspirado una flor. Jamás ha mirado a una estrella. Jamás ha querido a nadie. No ha hecho más que sumas y restas. Y todo el día repite como tú: “¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!”. ¿De qué hablamos, cuando hablamos de seriedad? Nos encontramos con un hombre que no sabe apreciar la vida en sus cosas pequeñas, que no disfruta de ella, y ni siquiera conoce el amor, ni se interesa por la grandiosidad del universo, y por tanto por su propia indefensión ni futilidad. ¿Es feliz? ¿Se puede ser feliz “haciendo sumas y restas”, preocupándose por datos, por números? No se refiere a olvidarse de todo lo serio y dejar de pagar las facturas, por ejemplo, sino a saber apreciar lo detalles, las cosas pequeñas y valiosas. Aprendamos a ser como los niños, dice. Como los niños de antes, que se maravillaban mirando esos puntitos luminosos del firmamento a oscuras, que ríen a carcajadas por cosas sencillas y dulces. Y aparentemente banales, como las flores. Seamos serios, sí, pero aprendamos a no serlo también. A disfrutar. Y a ser felices.
            “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.” Sencillamente brillante. Equivale a la lección de la frase “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la biga en el propio”. No juzguemos si no queremos ser juzgados. No reclamemos que alguien no hace algo que nosotros mismos no hemos hecho. “Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Hasta la religión es conforme a hacer algo tan sencillo y tan difícil a la vez. Seamos honestos con el mundo, pero más aún con nosotros mismos.
            “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. […] El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. […] Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa.” Esta me parece una lección preciosa, que encierra a su vez tres separadas. 1. Los sentimientos son superiores en valor a cualquier objeto material; una persona no es tan sólo su fisionomía, sino el conjunto de pensamientos, sentimientos y acciones que la configuran. 2. El valor de algo, o de alguien, se lo damos nosotros, con el tiempo que le dedicamos: si algo te importa mucho, le dedicarás todo el tiempo posible, y de la misma manera, si a algo le dedicas mucho tiempo, es porque importa, e independientemente de que un tiempo después dejes de dedicárselo, en el fondo sigue teniendo parte del valor que le diste un día. 3. Somos responsables de nuestras acciones, y del tiempo que dedicamos a cada cosa, persona o animal. Supongamos que hablo de un perro, un perro al que durante mucho tiempo mimo, paseo, cuido y halago. Significo algo para ese animal, soy responsable de él porque soy quien lo cuida, y si un día fuera otra persona quien cuidara de él, el perro notaría la diferencia, y se sentiría menos querido por mí, porque ya no estoy ahí. Ahora supongamos que no hablo de un perro, sino de tu amigo, tu hermano, o tu novia. Quien sea. Alguien a quien importas, alguien con quien compartes tiempo y episodios de vuestra vida. Eres responsable de ese alguien, en parte; de lo que os une, de lo que le has hecho sentir contigo. Has “domesticado” un pedazo de su corazón y has colocado una rosa en ese espacio. Eres responsable de tu rosa.

domingo, 3 de febrero de 2013

Quiero ser gorda


Desde pequeña, la gente me señalaba por la calle. Decían cosas como: “esta chica está en los huesos”, “no la darán de comer en casa” o “¡qué jóvenes empiezan con la anorexia!”. Y mis padres me alimentaban bien, no pretendían mi delgadez, ni yo la buscaba. Era algo genético, supongo. Y al ser de estatura baja, aún parecía más delgada.
En el colegio, los demás chicos se reían de mí, me ponían motes como “escobilla” o “escoba”, y a veces se entretenían levantándome por los aires. Al principio gritaba mucho, luego me di cuenta de que eso les divertía, y me mantuve callada. Funcionó, pero les resulté menos “divertida”.
Mi mejor amiga era una chica muy blanca de piel, pero sin pecas, con el pelo sedoso, sin gafas, sin aparato de dientes, e iba vestida a la última moda. Pobre, era el blanco de las burlas en la escuela: lo tenía todo. Pensé en reírme de ella yo también, para sentirme mejor, ya saben, eso de “métete con alguien más débil y dejarás de parecerlo tú”, pero preferí hacerla mi amiga. Las primeras veces pensaba que me burlaba de ella, o que sólo quería llegar más lejos con las bromas; luego se convenció de que éramos dos blancos fáciles, y que por tanto lo mejor era aliarnos.
A pesar de ella, me alegré cuando acabé de estudiar. Pensaba que con gente más madura, no me tratarían de esa forma. Y es cierto que no me alzaban por los aires, ni me pegaban chicles en el pelo, ni me tiraban por las escaleras. Pero seguían haciéndome bromas, más sutiles esta vez, y seguían cuchicheando a mi paso. En la escuela superior, en el trabajo y hasta en mis ratos de ocio.
Conozco gente con problemas como los míos: gente que se encerró en casa y hace la compra por Internet; gente que se muda y se muda de ciudad buscando un sitio donde encajar; gente que se pone barriga falsa, gafas sin graduación o muletas, entre otras cosas, pero siempre acaba saliendo la verdad a la luz y resultan más humillados que antes. Y también hay gente que pasa por quirófano.
Así que aquí estoy yo: intentado ser como el resto, intentando ser normal, ser perfecta, ser feliz. Compro alimentos altamente calóricos, limito mi actividad física cuanto puedo y he ido a sitios especiales para engordar. He probado fármacos, y hasta algunos de contrabando. Mi familia y amigos me apoyan, noto menos presión desde fuera desde que se empezaron a notar los resultados. Hoy es un día especial: he conseguido que no se me caiga una 44. Sé que voy por buen camino, sólo necesito tiempo, y seguir adelante. Sin duda afirmo, delante de todos ustedes que quiero ser gorda. Y lo voy a lograr.