viernes, 8 de junio de 2012

Fingir

Finjamos que no existe el dinero, que nada ha de comprarse. Finjamos que seguimos siendo iguales ante la ley, que nadie parece mejor que nadie. Finjamos que la Luna siempre está llena y la lluvia nunca cae sobre este tejado. Finjamos que no tienes que irte, que no llevas prisa, que te quedarás aquí. Pero debemos fingir bien.
Ven, yo te pongo otra almohada más y te abro las sábanas. Ahora duerme, que se hace tarde. Pero no para irte, es tarde para estar despierto. Tarde para pensar en algo más que no sea descansar conmigo. Para cuando despiertes, te sentirás mejor: tendrás delante de ti un buen plato de comida y yo seguiré contigo; cuando te asomes por la ventana, verás sólo un brillo plateado, reflejo del gran satélite; cuando quieras dar un paseo verás que todo está limpio; y cuando abras el buzón, encontrarás una disculpa de los ladrones.
Es hora de fingir. Es hora de tomarnos la vida como si sólo tuviera lado bueno. Mas no lo olvides: siempre hay que dejar de fingir, y hay que ponerle fecha. Digamos mañana, digamos dentro de un mes. Digamos que cada vez que nos miremos a los ojos, el mundo será como debería ser. Y no olvidemos que al apartar la vista, todo volverá a ser como es.

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