sábado, 28 de septiembre de 2013

"Rayuela" de Julio Cortázar

Rayuela es una de esas novelas sobre las que no sabes bien qué decir. Transmite una sensación de tristeza en cada página, a veces con una pizca de esperanza, aunque en el fondo sepas que muy difícilmente las cosas saldrán bien. Y no sólo por los argentinos que viven en París sin querer volver, de alguna manera gustosos de poder fingir que no saben francés cuando les conviene, sino por esa forma de encadenar las palabras, esa forma de enlazar capítulos en orden casi aleatorio, aunque indicado. Y es éste el aspecto más conocido de esta obra: que aparte del orden natural, podemos decir, de lectura (de los capítulos 1 al 56, y del resto, amigo, olvídate, que ya te han contado todo lo que te tenían que contar), encontramos uno que comienza en el 73, sigue en el 1, avanza hacia el 2, y salta al 116, y que sin detenerse va como un niño, a saltos irregulares. Yo escogí este segundo orden, tanto por lo llamativo como por la curiosidad de los capítulos más allá del final: ¿qué me pueden contar esas cientos de páginas extra?

                                                                         

                El protagonista absoluto es Oliveira, pero ¡ah!, llega un punto en el que no podemos obviar la importancia de la Maga en cada página, aunque no aparezca, como bien se observa cuando están Oliveira y Pola, u Oliveira y la vieja artista, o incluso cuando ella está en otro continente. Y es que todos hablan de la Maga. Sus amigos, esos cultos hombres que se reúnen para filosofar y hablar de metafísica, de sus metáforas y de sus realidades, no se olvidan de atender a sus preguntas sobre sus conversaciones. Y es que la Maga “era tan tonta. De ella conocíamos los efectos en los demás. Éramos un poco sus espejos, o ella nuestros espejos.” Y Gregorovius no puede convencer a Oliveira que nunca se acostó con la Maga, y ella tampoco, así que la marcha del argentino es una pena más en el corazón de la madre. La madre con el hijo enfermo que no confía en llevarlo al hospital, la madre cuyo vecino de arriba aporrea por las noches el suelo por más baja que ponga la música, la madre que transmite pena y fortaleza al mismo tiempo.
Y entonces, Horacio no regresa a Buenos Aires, a Horacio lo echan de su París y no le queda otra que volver. Se reencuentra con Gekrepten, que tanto lo echaba de menos, aunque él no quiera, y prefiere no volver con Traveler y Talita, pero éste le ofrece un trabajo y ahí está, en un extremo de la relación, dejando a la desolada Talita en el centro, todo porque su chico se parece tanto al que acaba de volver, que no puede evitar discutir a cada rato, poniéndola a ella en una situación delicada, como en medio de dos tablones atados a metros y metros sobre el asfalto de la calle.
                Y no podemos olvidar al enfermo escritor, Morelliana, que nos cuenta sus pensamientos sobre la literatura y la escritura, a veces directamente, a veces a través de los escritos que el grupo lee.
              En mi opinión, la novela es una definición de su propio título: es como una rayuela de tiza en la acera: está ahí, brilla de alguna manera, pero mañana habrá desaparecido, ya sea pisoteada por la gente o mojada por la lluvia.
                “Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir, fábula. […] Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir, escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas.”
“Como no sabías disimular me di cuenta enseguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos.”
                “La novela que nos interesa no es la que va colocando a los personajes en la situación, sino que instala la situación en los personajes.”
“En lugar de Wong había una sonrisa de gato de Chesire y una especie de reverencia entre el humo.”

domingo, 22 de septiembre de 2013

"El silencio de los corderos" (Thomas Harris)

Esta gran obra llevada al cine en 1991 por Jonathan Demme, narra cómo una alumna de la escuela del FBI, Clarice, va tras la pista de un famoso asesino en serie, Buffalo Bill, que da un curioso trato a sus víctimas, todas mujeres: las arranca la piel y las echa al río. El FBI se encuentra perdido, sin pistas, y decide recurrir a Hannibal Lecter, un psiquiatra caníbal que se encuentra entre rejas. Éste, a cambio de su ayuda, exige a la joven que le cuente sus intimidades, todas las que él quiera saber. Ella se encuentra confusa y bajo su merced, pero no le queda otra que ceder ante el intercambio, si quiere encerrar al criminal. Sin duda, el doctor aprovechará cada oportunidad para escapar, bajo cualquier precio, y eso es algo que Clarice ha de tener en cuenta si quiere salir viva de sus encuentros con Lecter.

                                                                 

"¿ Percibe usted el olor de su sudor? Ese peculiar olor a cabra es característico del ácido trans-3-metil-2-hexenoico. -recuérdelo siempre; es el olor de la esquizofrenia".
"No empezamos a codiciar cosas imaginarias. La codicia es un pecado muy literal; empezamos a codiciar elementos tangibles, empezamos a codiciar lo que vemos todos los días".

martes, 10 de septiembre de 2013

Mi día y mi noche

Pensamientos me rondan la cabeza. Nada del otro mundo, nada que no le pase a nadie, son pensamientos normales: sobre amigos, estudios, familia, mi casa, ... y también cosas más concretas: lo que comeré ese día; lo mucho que brilla y calienta el sol, pero la sensación ligera de frío que me atormenta si paso un rato parada a la sombra; el brillo de ese faro de coche en mitad de la noche; un "¡vaya!" cuando la luz atraviesa mi pelo y se distinguen mejor los matices rojizos; o un notable olor a pintura que me acompaña una noche.
Aún con los ojos cerrados, me acuerdo. No quiero abrirlos: aún es pronto y quisiera dormirme otra vez. Pero sé que no es posible, así que alargo el brazo, agarro el móvil, levanto un único párpado y compruebo que aún quedan un par de horas para que suene el despertador. Y me acuerdo. Y me sigo acordando durante el resto del día, porque sí. Es como una sombra que siempre me acompaña, pero que no está presente. Quiero contarle todo, desde que tengo un examen ese día hasta que tropecé con una piedra en mitad de la acera. Era grande, debería haberla visto, de hecho iba mirando cerca de ella, pero no fue así. Así que di un traspiés mientras agité los brazos en el aire en un espacio de tiempo tan corto, que casi no se vio. Un paso más adelante yo iba caminando con toda la tranquilidad, como si nada hubiera pasado. Pero ocurrió. Una simple minucia, una tontería, pero quiero compartirla. Quiero compartirla con él, porque sí, porque es mía, y empiezo a querer un "nuestro de todo lo "mío".
Sin tener claro cómo se ha ido haciendo hueco. Un hueco mullidito, cómodo y confortable dentro de mi cabeza. Y no parece un huésped con muchas intenciones de marcharse. De repente, sin haberlo pedido, mi día y mi noche son suyos. No, suyos no. Nuestros. 

                                         

miércoles, 28 de agosto de 2013

Pasajeros

¿Cuántos suspiros han chocado ya contra la ventana? Mejor será no contarlos, casi olvidarse de que existen, relegarlos a la categoría de "incomodidades pasajeras". Pasajero es todo lo que viene y se va rápido, pasajero es todo lo movible, es todo lo que se acomoda un momento antes de levantarse y proseguir con su camino, pasajero lo es casi todo.

                                  

Mírate al espejo: ¿eres consciente de que tu cara va cambiando poco a poco? Compárala con la de hace quince años, o con la de dentro de veinte. Hasta tus propios rasgos parecen pasajeros de sí mismos. Ahora prueba a maquillarte: lápiz y sombra de ojos, un poco de rímel, pintalabios. ¿Eres de las que se echan polvos en las mejillas, o prefieres pellizcarlas con delicadeza para que cojan color? Da igual, el cambio es visible. Y esta misma noche, o quizás esta madrugada, cuando te quites todo eso, volverás a percibir un cambio. Incluso te verás diferente de antes de pintarte. Pero sigues siendo tú, ¿verdad? Pero, ¿acaso eres la misma que hace diez años? ¿Exactamente igual?
Abre tu armario. No te vestías así, no te digo hace diez años, te digo hace tres. Seguro que hay cosas nuevas, incluso cosas que hace no tanto hubieras dicho: "no me convence", y no te hubieras comprado. Pero ahí, está, colgando de una percha, sin etiqueta y estrenado. ¿Qué hay de tu opinión? ¿No estabas tan segura de todo, hasta de las pequeñas cosas? ¿Por qué alteras tus gustos? ¿Acaso éstos también son pasajeros?
Déjame que te cuente un secreto. Puede que hoy estés muy segura de algo, y quién sabe, puede que esa opinión se mantenga inmutable hasta el fin de tus días, y lleves toda la razón. Pero también es posible que sin darte cuenta, de pronto un día te percates de que en algún momento cambiaste de opinión. Puede que seas más feliz así, o menos, o que el cambio no sea tan influyente como para notar mayor o menos alegría. Pero te habrás dado cuenta de algo: hasta tú eres pasajera.

miércoles, 21 de agosto de 2013

La ciudad del azahar (César Vidal)

Nos encontramos en el siglo X, en Bagdad, de la mano de una fea y desafortunada joven (rubia, de ojos claros, de piel blanca, y por si estos fueran pocos males, zurda), que sin embargo, tiene gran maestría en el arte del laúd. No puede imaginar mejor instrumento, hasta que su maestro Musa habla sobre un laúd… ¡de cinco cuerdas! Qamar quiere conseguirlo a toda costa; el problema es que tiene que viajar hasta las lejanas, prósperas y bellas (por lo que cuentan) tierras de Al-Ándalus. Se  dirige presta hacia allí, encontrando en su interior todo tipo de gentes: las hay buenas y amables, las hay consumidas por el poder y la gloria, las hay supervivientes a toda costa, y sobre todo, las hay deseosas de aplastar al enemigo. Y es que es una época de luchas y conjuras políticas por el territorio y por el poder.

                                              

            Conoce de cerca a un emir que se autoproclama califa (cuando el único califa podía ser el de Bagdad), sintiéndose muy superior a todos los hombres, sobre todo a esos alcáfires nasraníes y yahudíes (infieles cristianos y judíos), que tenían la desfachatez de no querer convertirse a la Única Fe, la de Allah Ar-Rajmán Ar-Rajim. Y no sospecha que hay muchos muslimes de pega: la propia Qamar desconfía tanto de las enseñanzas del Qur’an, que cuando su amado Musa le muestra el texto sagrado de los nasraníes, ella lo relee una y mil veces, se lo aprende, y pone en él su fe, al igual que hizo su maestro anteriormente.
            Elogiada por sus artes musicales, los grandes dirigentes de unas zonas y otras no dudan en situarla cerca de ellos, al tiempo que ella va percibiendo de manera inteligente y prudente, quién se merece lo que tiene y quién no.

            Personalmente, me ha resultado una novela agradable, interesante y entretenida, difícil de dejar y que siempre tiene algo nuevo que contarte o algún episodio con el que sorprenderte. Narrado de la forma más históricamente real posible, el autor nos lleva a un Al-Ándalus de esclavos y reyes, de ambición y de amor, y sobre todo, a un Al-Ándalus cambiante y en movimiento, como las tropas en la batalla.

jueves, 15 de agosto de 2013

Disgustos e imprevistos

Hay muchas cosas que me disgustan: la lluvia, el frío, la ausencia de chocolate, correr o llegar tarde son algunas de ellas. Pero aunque no puedas evitarlas, casi siempre puedes prevenirlas o repararlas: meter un paraguas en el bolso, abrigarte bien antes de salir, comprar en el establecimiento más cercano, andar muy rápido y salir antes de casa. Sin embargo, se convierten en un problema (o inconveniente, si nos levantamos optimistas) si surgen de repente: de pronto nos hemos dormido y en cinco minutos teníamos que haber entrado en clase, o estamos paseando tranquilamente y nos ha caído encima una lluvia de verano. ¡Qué desagradable es estar empapada de agua sucia mientras recuerdas que hace apenas unas horas te habías lavado el pelo, y habías escogido ese día tu camisa preferida!

                                        

Y es que, como la lluvia  de verano, hay cosas que llegan sin avisar. Como esas visitas tan incómodas a la hora de la siesta, justo cuando te habías recostado plácidamente; o encontrarte con alguien que te atraiga el mismo día que decidiste salir a la calle con la ropa con la que sales a tirar la basura por la noche.
¿Nunca os ha ocurrido que os viene algún recuerdo o pensamiento estúpido a la cabeza y se aloja unos días entre circunvolución y circunvolución, bien cómodo y calentito? Y cuando parece que se ha ido, se despereza, emite un amplio bostezo y pide un poco de agua, que ya se te secó la garganta. Te hace preguntas incómodas y asocia sucesos que nunca debieron asociarse. No tienes claro a qué ha venido, solo sabes que a nada bueno. Y es que no puede salir algo agradable de esos seres con patitas y garras que se anquilosan en tu lóbulo temporal como si les fuera la vida en ello. ¿Y qué vida?, te preguntas, si viven a base de la tuya. Y entonces no te queda otra solución: coges una antorcha, te adentras al lugar de donde proviene esa molesta voz, y la arrojas a ese ser no tan desconocido como querrías. Pero cuidado, no vayas a errar el golpe y a quemarte por dentro.

                                    

jueves, 8 de agosto de 2013

Todos los que somos y todos los que estamos

Lindos y bellos, todos los que somos y todos los que estamos.
Hablan de la magia de los cuentos, de lo bonito que sería el mundo si todo fuera perfecto. Pero no hablan de lo aburrido que sería eso. ¿Imaginas no esforzarte por algo que quieres porque todo te sale bien a la primera? ¿O no tener metas porque todo lo que deseas ser o tener está al alcance de tu mano, sin que tengas que realizar el más mínimo esfuerzo? No habría motivación por nada. Rápidamente lo que hoy te parece fascinante mañana será otra cosa más de la que te aburriste, como un niño que tiene tantos juguetes que ha olvidado más de la mitad. ¿Acaso no es más feliz el que recuerda el nombre y las características de sus cinco muñecos y es capaz de repetirte con todo lujo de detalles la aventura pirata en la que participaron ayer, después de la caminata por el desierto en busca de la tumba de un gran faraón de la tarde anterior usando como demás artilugios la imaginación?
De la misma manera, el poder alcanzar tus sueños tras luchar por ellos, el poder decir "he conseguido lo que quería" tras haber mejorado un poco más es suficiente aliciente para seguir el viaje. Y el tener días "normales" hace que los que pases con gente especial, o en lugares agradables, o realizando alguna tarea especialmente placentera merezca la pena. Poder mirar a alguien a los ojos después de un tiempo en su continua ausencia nos hace particularmente felices, aunque sólo sea por un momento. Y es que la felicidad se construye de pequeños pedazos, que en absoluto pasan desapercibidos entre tiempos peores, o simplemente, vacíos.
¿Y qué hay de lo bueno que permanece? De ese amigo de la infancia que siempre ha estado contigo, de ese recuerdo de hace tantos años que te hace sonreír cada vez que lo ves, de ese vestido de verano que tantos buenos momentos ha compartido contigo. Incluso, sí, de lo bueno que permanece dentro de ti. Quizá sea esa ilusión que siempre has llevado contigo, o ese carisma con el que logras conquistar tus objetivos, o ese optimismo con el que enfrentas los problemas, o esa fortaleza con la que siempre sales adelante. Pero siempre hay algo que parece no abandonarnos nunca: nos acompaña fielmente en las tranquilas travesías y en las tormentas.
Desde luego, no me olvido de lo bueno que se añade. Ya sean personas, valores, sentimientos, competencias u objetos, siempre hay cosas por las que estar agradecido con la vida, por pequeñas que sean. Quizá sorprenda su llegada, o quizá fuera muy esperada, pero es algo nuevo que se adhiere a nosotros, a nuestra vida, y nos hace recordar que siempre pueden venir alegrías.
Por todo ello, aprecio lo que soy, lo que tengo y la manera que tengo de vivirlo. Porque me hace sentir satisfecha y a gusto. ¿Y qué más se puede pedir?

                                    

viernes, 2 de agosto de 2013

1984 (George Orwell)

Esta novela distópica, publicada en 1949 de la mano de George Orwell, nos habla de una sociedad totalitaria y represora, donde existe un "semidios", apodado el Gran Hermano, que todo lo vigila y lo controla. La privacidad no existe tan siquiera dentro de la propia casa, y los ciudadanos están entrenados para acusar a cualquiera que tenga el más mínimo pensamiento contrario al Partido, ya sean los acusados vecinos, amigos o familiares.

                                                    

El mundo está fraccionado en tres zonas siempre en guerra, por el buen mantenimiento de la estabilidad político-social: Oceanía (en cuyo interior encontramos entre otras ciudades Londres, donde transcurre la obra), Asia Oriental (donde predomina la "adoración de la muerte") y Eurasia (con el neobolchevismo). La sociedad de Oceanía está dividida en tres estratos: el Partido del Interior (más cercanos al Gran Hermano y con más lujos), el Partido Exterior, y los proles (el proletariado, que incluye alrededor del 85% de la población y viven bajo la ignorancia y la pobreza, pero que "a cambio", tienen la libertad). Y es que el Partido transgiversa la verdad cuanto quiere, retocando la vida de los muertos y de los vivos a su antojo, gracias al Ministerio de la Verdad. Y también existen el Ministerio de la Paz, encargado de la guerra; el de la Abundancia, encargado del racionamiento de comida para que los ciudadanos puedan sobrevivir con lo mínimo; y el del Amor, que se encarga de que sea éste el sentimiento predominante hacia el Gran Hermano, por mediación de la tortura y el castigo.
De entre tantas personas que conviven en este ambiente, Winston Smith levanta la cabeza y se plantea si esto es realmente bueno, como le han hecho creer hasta entonces, y si reescribir periódicos de hace meses para que parezca que el Partido siempre ha llevado la razón no es acaso engañar. Pretende descubrir el significado de las tres frases sobre las que se basa el sistema: "La guerra es la paz", "La libertad es la esclavitud" y "La ignorancia es la fuerza". Lo bueno es que no está solo en esto. ¿O eso es acaso lo malo?

"Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel, sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque uno era arrastrado irremisiblemente. A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica, convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante."
"Controlar los verdaderos sentimientos y hacer lo mismo que hicieran los demás es una reacción natural".
"Lo único de que se estaba seguro era de que cada trimestre se producían sobre papel cantidades astronómicas de botas mientras media población de Oceanía iba descalza. [...] Todo se disolvía en un mundo de sombras en el cual incluso la fecha del año era insegura".
"La ortodoxia significaba no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsciencia."
"La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados."
"La guerra es una manera de pulverizar o de hundir en el fondo del mar los materiales que en la paz constante podrían emplearse para que las masas gozaran de excesiva comodidad y, con ello, se hicieran a la larga demasiado inteligentes."

jueves, 25 de julio de 2013

¿Bailamos?

Se escuchan susurros al otro lado, susurros que indican vida, que muestran algo más que quedarte sentada esperando un milagro. ¿Y si el milagro fuera cruzar la puerta? Y darte cuenta de que, de algún modo, al otro lado sigues avanzando. No sabes hacia dónde, pero poco importa ahora: el camino se muestra interesante. No es un sendero de baldosas amarillas, como el que siguió Dorothy, pero es tu propio sendero, y te das cuenta de que, una vez que das el primer paso, el resto le siguen, como en una curiosa coreografía. Una cuyos pasos sólo puedes hacer tú.
Así que agarras tus zapatillas de baile y das el primer paso hacia la puerta. Sujetas el picaporte, lo giras, y escuchas la música. Empieza la función.

                                    

jueves, 18 de julio de 2013

El cazador de sueños (Stephen King)

Esta novela habla de cuatro amigos adultos, que lo son desde niños, y que una vez al año se reúnen para cazar y beber en un bosque recóndito en Maine. Cada uno tiene su vida, sus problemas, y sus preocupaciones, pero por unos días, procuran olvidarse de ellos, y de las partes de su pasado que les traen malos recuerdos. Hasta que encuentran a una mujer sentada en medio de la carretera y a un hombre perdido en el bosque, que les recuerdan que no están tan solos como creían, y que deben retornar a su pasado, para poder tener un futuro. Y parte de ese pasado se encuentra en Duddits, un amigo de su infancia con síndrome de Down, al que protegían de otros niños que no dudaban en hacerle jugarretas, y del que recibieron a cambio un curioso don. ¿Y quién mejor que el Ejército de los Estados Unidos para intervenir en lo que parece una epidemia?
"MMDD: a veces se dice por decir. Y a veces solo se cree en la oscuridad. Entonces, ¿cómo se sigue viviendo?"
"Henry había descubierto que el suicidio tenía voz, y que quería explicarse. La pega era que no dominaba el inglés; solía conformarse con cuatro palabras mal combinadas, pero bueno, por lo visto era suficiente con que hablara. Desde que Henry le concedía uso de voz al suicidio, su vida había experimentado mejoras enormes."
"Bien pensado, no dejaba de ser un milagro que las mujeres fueran capaces de enamorarse, no ya de los mejores [hombres], que también, sino del resto".
"El orgullo era el cinturón con que aguantarse los pantalones después de haberse quedado sin pantalones."