jueves, 8 de agosto de 2013

Todos los que somos y todos los que estamos

Lindos y bellos, todos los que somos y todos los que estamos.
Hablan de la magia de los cuentos, de lo bonito que sería el mundo si todo fuera perfecto. Pero no hablan de lo aburrido que sería eso. ¿Imaginas no esforzarte por algo que quieres porque todo te sale bien a la primera? ¿O no tener metas porque todo lo que deseas ser o tener está al alcance de tu mano, sin que tengas que realizar el más mínimo esfuerzo? No habría motivación por nada. Rápidamente lo que hoy te parece fascinante mañana será otra cosa más de la que te aburriste, como un niño que tiene tantos juguetes que ha olvidado más de la mitad. ¿Acaso no es más feliz el que recuerda el nombre y las características de sus cinco muñecos y es capaz de repetirte con todo lujo de detalles la aventura pirata en la que participaron ayer, después de la caminata por el desierto en busca de la tumba de un gran faraón de la tarde anterior usando como demás artilugios la imaginación?
De la misma manera, el poder alcanzar tus sueños tras luchar por ellos, el poder decir "he conseguido lo que quería" tras haber mejorado un poco más es suficiente aliciente para seguir el viaje. Y el tener días "normales" hace que los que pases con gente especial, o en lugares agradables, o realizando alguna tarea especialmente placentera merezca la pena. Poder mirar a alguien a los ojos después de un tiempo en su continua ausencia nos hace particularmente felices, aunque sólo sea por un momento. Y es que la felicidad se construye de pequeños pedazos, que en absoluto pasan desapercibidos entre tiempos peores, o simplemente, vacíos.
¿Y qué hay de lo bueno que permanece? De ese amigo de la infancia que siempre ha estado contigo, de ese recuerdo de hace tantos años que te hace sonreír cada vez que lo ves, de ese vestido de verano que tantos buenos momentos ha compartido contigo. Incluso, sí, de lo bueno que permanece dentro de ti. Quizá sea esa ilusión que siempre has llevado contigo, o ese carisma con el que logras conquistar tus objetivos, o ese optimismo con el que enfrentas los problemas, o esa fortaleza con la que siempre sales adelante. Pero siempre hay algo que parece no abandonarnos nunca: nos acompaña fielmente en las tranquilas travesías y en las tormentas.
Desde luego, no me olvido de lo bueno que se añade. Ya sean personas, valores, sentimientos, competencias u objetos, siempre hay cosas por las que estar agradecido con la vida, por pequeñas que sean. Quizá sorprenda su llegada, o quizá fuera muy esperada, pero es algo nuevo que se adhiere a nosotros, a nuestra vida, y nos hace recordar que siempre pueden venir alegrías.
Por todo ello, aprecio lo que soy, lo que tengo y la manera que tengo de vivirlo. Porque me hace sentir satisfecha y a gusto. ¿Y qué más se puede pedir?

                                    

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