miércoles, 21 de agosto de 2013

La ciudad del azahar (César Vidal)

Nos encontramos en el siglo X, en Bagdad, de la mano de una fea y desafortunada joven (rubia, de ojos claros, de piel blanca, y por si estos fueran pocos males, zurda), que sin embargo, tiene gran maestría en el arte del laúd. No puede imaginar mejor instrumento, hasta que su maestro Musa habla sobre un laúd… ¡de cinco cuerdas! Qamar quiere conseguirlo a toda costa; el problema es que tiene que viajar hasta las lejanas, prósperas y bellas (por lo que cuentan) tierras de Al-Ándalus. Se  dirige presta hacia allí, encontrando en su interior todo tipo de gentes: las hay buenas y amables, las hay consumidas por el poder y la gloria, las hay supervivientes a toda costa, y sobre todo, las hay deseosas de aplastar al enemigo. Y es que es una época de luchas y conjuras políticas por el territorio y por el poder.

                                              

            Conoce de cerca a un emir que se autoproclama califa (cuando el único califa podía ser el de Bagdad), sintiéndose muy superior a todos los hombres, sobre todo a esos alcáfires nasraníes y yahudíes (infieles cristianos y judíos), que tenían la desfachatez de no querer convertirse a la Única Fe, la de Allah Ar-Rajmán Ar-Rajim. Y no sospecha que hay muchos muslimes de pega: la propia Qamar desconfía tanto de las enseñanzas del Qur’an, que cuando su amado Musa le muestra el texto sagrado de los nasraníes, ella lo relee una y mil veces, se lo aprende, y pone en él su fe, al igual que hizo su maestro anteriormente.
            Elogiada por sus artes musicales, los grandes dirigentes de unas zonas y otras no dudan en situarla cerca de ellos, al tiempo que ella va percibiendo de manera inteligente y prudente, quién se merece lo que tiene y quién no.

            Personalmente, me ha resultado una novela agradable, interesante y entretenida, difícil de dejar y que siempre tiene algo nuevo que contarte o algún episodio con el que sorprenderte. Narrado de la forma más históricamente real posible, el autor nos lleva a un Al-Ándalus de esclavos y reyes, de ambición y de amor, y sobre todo, a un Al-Ándalus cambiante y en movimiento, como las tropas en la batalla.

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