Desde pequeña, la gente me señalaba por la calle. Decían
cosas como: “esta chica está en los huesos”, “no la darán de comer en casa” o “¡qué
jóvenes empiezan con la anorexia!”. Y mis padres me alimentaban bien, no
pretendían mi delgadez, ni yo la buscaba. Era algo genético, supongo. Y al ser
de estatura baja, aún parecía más delgada.
En el colegio, los demás chicos se reían de mí, me ponían
motes como “escobilla” o “escoba”, y a veces se entretenían levantándome por
los aires. Al principio gritaba mucho, luego me di cuenta de que eso les
divertía, y me mantuve callada. Funcionó, pero les resulté menos “divertida”.
Mi mejor amiga era una chica muy blanca de piel, pero sin
pecas, con el pelo sedoso, sin gafas, sin aparato de dientes, e iba vestida a
la última moda. Pobre, era el blanco de las burlas en la escuela: lo tenía todo.
Pensé en reírme de ella yo también, para sentirme mejor, ya saben, eso de “métete
con alguien más débil y dejarás de parecerlo tú”, pero preferí hacerla mi
amiga. Las primeras veces pensaba que me burlaba de ella, o que sólo quería llegar
más lejos con las bromas; luego se convenció de que éramos dos blancos fáciles,
y que por tanto lo mejor era aliarnos.
A pesar de ella, me alegré cuando acabé de estudiar. Pensaba
que con gente más madura, no me tratarían de esa forma. Y es cierto que no me
alzaban por los aires, ni me pegaban chicles en el pelo, ni me tiraban por las
escaleras. Pero seguían haciéndome bromas, más sutiles esta vez, y seguían
cuchicheando a mi paso. En la escuela superior, en el trabajo y hasta en mis
ratos de ocio.
Conozco gente con problemas como los míos: gente que se
encerró en casa y hace la compra por Internet; gente que se muda y se muda de
ciudad buscando un sitio donde encajar; gente que se pone barriga falsa, gafas
sin graduación o muletas, entre otras cosas, pero siempre acaba saliendo la
verdad a la luz y resultan más humillados que antes. Y también hay gente que
pasa por quirófano.
Así que aquí estoy yo: intentado ser como el resto,
intentando ser normal, ser perfecta, ser feliz. Compro alimentos altamente
calóricos, limito mi actividad física cuanto puedo y he ido a sitios especiales
para engordar. He probado fármacos, y hasta algunos de contrabando. Mi familia
y amigos me apoyan, noto menos presión desde fuera desde que se empezaron a
notar los resultados. Hoy es un día especial: he conseguido que no se me caiga
una 44. Sé que voy por buen camino, sólo necesito tiempo, y seguir adelante.
Sin duda afirmo, delante de todos ustedes que quiero ser gorda. Y lo voy a
lograr.
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