miércoles, 25 de julio de 2012

Juguemos

Vamos a jugar a algo que no habías jugado antes. Cierra los ojos, y dame la mano.
Yo te llevaré a un bosque encantado, repleto de hadas y duendes, y algún que otro dragón, de los que no hacen daño. Tienes que pisar el suelo con cuidado, no sea que caigas en una ciénaga; pero no has de preocuparte, yo estaré ahí para sacarte de ahí, al otro lado de tu brazo.
Respira fuerte, ¿lo hueles? Son violetas, dispuestas a perfumar tu cabello. Y si te fijas bien, tienen un brillo especial, y son más grandes de lo normal. Aquí no hay insectos polinizadores, ni de ningún otro tipo. Es un lugar donde nada puede picarte ni hacerte daño.
Allí, a lo lejos, hay verdes praderas húmedas, donde poder revolverse entre la hierba, ¿qué te parece el suave tacto?
Sonríe, vamos, lo estás deseando. No hay nadie más que pueda ver tu expresión de felicidad, así que despreocúpate.
Solo hay una pega: no puedes abrir los ojos. Si los abres, descubrirás que no hay dragones, hadas ni duendes; que las ciénagas no son más que charcos; que las escasas y pequeñas violetas no huelen muy fuerte; que hay muchos molestos insectos; y que las praderas son más pequeñas y sucias de lo que esperabas. Pero hay algo que no cambia: si miras al final de tu brazo, yo seguiré ahí, para salvarte de los charcos e inventarme bosques encantados.

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