domingo, 22 de julio de 2012

Síes y alfombras

-Sí.
Es increíble lo que da de sí una palabra, lo mucho que se puede pensar en ella y lo emocionante que resulta el camino a recorrer.
Observo sus ojos, y lo que me dicen. Lo que dicen cuando no hay palabras, e incluso cuando me esquivan. Lo observo detenidamente. Pienso en él, en todo lo que significa, en lo que podría significar. En lo que es y en lo que podría llegar a ser. Y repito lo que ya ha oído.
-Sí.
Y sonríe. Sonríe como si escuchara la mejor noticia de su vida, como si eso le hiciera el hombre más feliz. No puede evitar abrazarme, y yo no puedo evitarlo tampoco, ni lo pretendo. Porque yo ya tenía ese sí en mi cabeza, pero ya se sabe, no es igual saberlo que oírlo, dejar que los sonidos se mezclen con el aire y fluyan. Y dejarlos fluir es sumamente gratificante.
Esto es todo una aventura. Una nueva, brillante y lustrosa. Es como tener enfrente una gran mansión, y una alfombra roja a los pies. Hay miedo de adentrarse, miedo de romper o manchar algo, de no saber apreciarla como merece.
-Perdón-se dice, por adelantado.
-No tengo nada que perdonarte, pero mucho que ofrecerte.
Y con esa frase, se toma valor para pisar la alfombra.

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