lunes, 11 de febrero de 2013

"El principito" (Antoine de Saint-Exupéry)


Vengo a hablaros de este pequeño libro, tan pequeño como su protagonista, el cual nos deja valiosas enseñanzas con ayuda del narrador, un niño con quien se encuentra el Principito.
            Nos invita a reflexionar con él.
            “La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución.” No hace falta explicar este comentario, que se corresponde perfectamente con la situación política actual. Tan sólo remarcaré las dos palabras clave de esta oración: RAZÓN y REVOLUCIÓN.
            “Conozco un planeta donde hay un Señor carmesí. Jamás ha aspirado una flor. Jamás ha mirado a una estrella. Jamás ha querido a nadie. No ha hecho más que sumas y restas. Y todo el día repite como tú: “¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!”. ¿De qué hablamos, cuando hablamos de seriedad? Nos encontramos con un hombre que no sabe apreciar la vida en sus cosas pequeñas, que no disfruta de ella, y ni siquiera conoce el amor, ni se interesa por la grandiosidad del universo, y por tanto por su propia indefensión ni futilidad. ¿Es feliz? ¿Se puede ser feliz “haciendo sumas y restas”, preocupándose por datos, por números? No se refiere a olvidarse de todo lo serio y dejar de pagar las facturas, por ejemplo, sino a saber apreciar lo detalles, las cosas pequeñas y valiosas. Aprendamos a ser como los niños, dice. Como los niños de antes, que se maravillaban mirando esos puntitos luminosos del firmamento a oscuras, que ríen a carcajadas por cosas sencillas y dulces. Y aparentemente banales, como las flores. Seamos serios, sí, pero aprendamos a no serlo también. A disfrutar. Y a ser felices.
            “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.” Sencillamente brillante. Equivale a la lección de la frase “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la biga en el propio”. No juzguemos si no queremos ser juzgados. No reclamemos que alguien no hace algo que nosotros mismos no hemos hecho. “Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Hasta la religión es conforme a hacer algo tan sencillo y tan difícil a la vez. Seamos honestos con el mundo, pero más aún con nosotros mismos.
            “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. […] El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. […] Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa.” Esta me parece una lección preciosa, que encierra a su vez tres separadas. 1. Los sentimientos son superiores en valor a cualquier objeto material; una persona no es tan sólo su fisionomía, sino el conjunto de pensamientos, sentimientos y acciones que la configuran. 2. El valor de algo, o de alguien, se lo damos nosotros, con el tiempo que le dedicamos: si algo te importa mucho, le dedicarás todo el tiempo posible, y de la misma manera, si a algo le dedicas mucho tiempo, es porque importa, e independientemente de que un tiempo después dejes de dedicárselo, en el fondo sigue teniendo parte del valor que le diste un día. 3. Somos responsables de nuestras acciones, y del tiempo que dedicamos a cada cosa, persona o animal. Supongamos que hablo de un perro, un perro al que durante mucho tiempo mimo, paseo, cuido y halago. Significo algo para ese animal, soy responsable de él porque soy quien lo cuida, y si un día fuera otra persona quien cuidara de él, el perro notaría la diferencia, y se sentiría menos querido por mí, porque ya no estoy ahí. Ahora supongamos que no hablo de un perro, sino de tu amigo, tu hermano, o tu novia. Quien sea. Alguien a quien importas, alguien con quien compartes tiempo y episodios de vuestra vida. Eres responsable de ese alguien, en parte; de lo que os une, de lo que le has hecho sentir contigo. Has “domesticado” un pedazo de su corazón y has colocado una rosa en ese espacio. Eres responsable de tu rosa.

2 comentarios:

  1. Me encanta encontrar en tu blog El principito porque es uno de mis libros preferidos. Como tú muy bien analizas, está lleno de mensajes intemporales que son grandes lecciones, y de reflexiones para hacer al ser humano más humano y más consciente.
    Una gran elección.
    Un abrazo muy fuerte, Alba.

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    1. Muchas gracias, es todo un placer que te guste mi elección, y me alegro de que así sea.

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